Que las desgracias nunca vienen solas es algo que me enseñaron en la escuela y se comprueba en la vida diaria. Recién estrenado el año 2021 todos pensamos que por muy malos que fueran nuestros presagios, iba a ser mucho mejor que el anterior. Pero no soplan buenos vientos porque el aire está demasiado infectado. La borrasca Filomena, las insólitas imágenes del asalto al Capitolio, la nueva cepa del Covid 19 y el divorcio del Reino Unido con la UE son demasiados sucesos para poco más de una semana de este nuevo año.
Las nombres de Moderna y Pfizer no sólo los vamos a familiarizar con las vacunas que todos esperamos que pronto hagan efecto, sino como la tabla de salvación de una situación que juega contracorriente. La crisis sanitaria, que ya va a cumplir un año, trae asociada una crisis más grave: la política y la económica. Y nos llega en el peor de los momentos: cuando los populismos de uno y otro bando están teniendo en su campo de actuación el mayor de los aplausos. ¿Cómo se han alimentado esos populismos? ¿Quiénes están detrás de ellos? ¿Cómo y de qué forma triunfan cuando estamos en pleno siglo XXI? Difícil dar una respuesta contundente en tan breves líneas, pero fácil, salvo para que él no quiera ver que estamos ante una ola de un populismo punitivo, feroz, que trae consigo muchos peligros pues van a tratar de alzar la voluntad popular por encima de las leyes y las instituciones. Confundiendo la libertad con el libertinaje.
Nos hemos encontrado en las últimas décadas con gobernantes populistas y buena parte de la educación que se ha dado y se ha entregado es populista. Y no puede recoger buen trigo quien siempre ha estado sembrando cizaña. Y en esas estamos. Se hace necesario (lo vengo diciendo cada vez que escribo) mano dura para todos aquellos que queman las banderas de su país; para los que roban y defraudan a Hacienda; para los que se despelotan en señal de protesta porque los están desalojando de una fiesta ilegal mientras los hospitales tienen colapsadas las UCIS y mano dura para todos esos que se apoderan y se atrincheran en casas de ajenos sin haber dado un puñetero palo al agua en su vida. Estamos jugando demasiado con el fuego y al que lo hace al final acaba quemándose las manos. No esperaba el Covid 19 como casi nadie y la realidad en este año pasado superó a la ficción. El 2021 nos puede dejar un escenario no para no verlo, sino para no querer contarlo. ¡Sálvese quien pueda!