Un domingo tenía que ser. Como si hubiera estado en San Agustín hasta última hora, supervisando los tronos, dejando las palmas listas para los niños, rezando a su Señor del Huerto de los Olivos, acariciando con la mirada a la Virgen niña de la Consolación y Esperanza. Y tras cerrar la puerta el sábado por la noche, llegar a casa, dar un beso a su esposa, Remedios Villalón; rezar de nuevo junto a la cama, cerrar los ojos y al abrirlos: ¡ya era domingo de Gloria en su vida! Antequera lloraba la muerte de don Federico Esteban Vílchez al amanecer del domingo 17 de enero: el corazón de la Semana Santa, de las cofradías de Gloria de la ciudad de Antequera tal y como las conocemos hoy.
“Don Federico descansa ya en paz”, compartía de madrugada el hermano Luis Valero, que con la cita bíblica: “Te basta mi gracia porque mi fuerza se demuestra en la debilidad” II Cor. 12,9, nos hacía ver “la fortaleza de la fe” que siempre ha tenido. Federico, junto a su mujer, se tuvieron que trasladar a la Residencia de San Juan de Dios, donde ha vivido sus últimos meses de vida, dejando su piso en el Edificio de Bouderé, entre San Sebastián y San Agustín, los dos templos de su vida. Un domingo tenía que ser. Como el de Resurrección, guiando a su Agrupación para cerrar el calendario de procesiones.
Un domingo tenía que ser, como el de todas las festividades de Gloria, que tanto tuvo que ver en recuperarlas. Fue la cruz guía de la Antequera de los años 50 que por medio de Acción Católica (como lo fue Antonio Bracho en San Pedro), despertaba de sus letargos las cofradías que dejaron de tener culto, o formó parte de las fundaciones de las que no había aún.
Como presidente de la Agrupación de Cofradías de Antequera, consiguió la época dorada en torno a 1988, año de la conformación actual de nuestra Semana Santa o de las coronaciones canónicas de Socorro y Paz; la recuperación de la última cofradía de gloria que quedaba por volver a salir: la de Santa Eufemia; o aquella verbena benéfica en la Plaza de Toros para conseguir unas nuevas andas para la Virgen de los Remedios.
La Cofradía de la Pollinica fue su debilidad, donde lo fue todo junto a sus amigos José Villalón y Miguel Sánchez: hermanaco, hermano mayor de trono, hermano mayor y hermano mayor honorario junto a su esposa, nombrados en 1997 por su amor a ellos.
Y qué decir de San Agustín, donde en 1998, pregonó la Semana Santa de Antequera. Tierra a la que amaba con pasión, como demostró en su último acto público el 7 de marzo de 2020 en el III Vía Crucis de Pregoneros de Semana Santa, días antes del inicio que padecemos por la pandemia.
Volviendo a su pérdida, fue velado desde por la mañana en el Tanatorio de Antequera y su cuerpo fue despedido a las 17 horas del domingo 17 de enero en la iglesia colegial y mayor de San Sebastián.
Al llegar el féretro, aguardaban en la puerta del templo los guiones de la Agrupación de Cofradías y de la Pollinica, portados por su presidenta Trinidad Calvo y por su hermano mayor José Antonio León, así como les acompañó el alcalde de la ciudad, Manuel Barón.
En el Altar Mayor, el arcipreste y párroco Antonio Fernández, con capa pluvial morada. En sus palabras de recuerdo, además de sus aportaciones al mundo cofrade, lo definió como “un hombre marcado por Dios” porque “Federico, fue un discípulo de Jesús”. Recordó cómo participaba de la Eucaristía en el templo mientras que la salud se lo permitió y cómo gozaba de recibirla en casa por los ministros de la parroquia, quienes se emocionaban por ver su testimonio de fe.
Las restricciones de la pandemia se notó en el acompañamiento en el templo, donde vimos además de los mencionados a los que fueron presidentes de la Agrupación: Francisco Rosales, Manuel Barón, Francisco Morente y Francisco Ruiz; así como al anterior hermano mayor de la Soledad y actual decano de los abogados, Luis Moreno; además de los pregoneros de la Semana Santa María del Carmen Villalón, Manuel Barón, Gerardo García y el que fue de 2018. También cofrades de la Pollinica, miembros de la Junta de Gobierno de la Agrupación y el director de este periódico.
Así como obviamente sus hermanos: María Jesús, Blanca, Antonio y Conchi; sus sobrinos, familiares y amigos, entre ellos de la familia Villalón-Artacho, con quien tanta relación tuvieron. Su esposa, Remedios Villalón, no pudo desplazarse desde la Residencia, quien estuvo con él hasta el último momento.
Tras su vida como director del Banco Central y como activo y destacado cofrade, la enfermedad le llevó a un calvario de años padeciendo tratamiento de diálisis y otras operaciones y lesiones, pero que él aguantó con resignación cristiana, dando ejemplo de entereza y sin quejarse por ello.
La última semana agravó su estado de salud, tras tantos años delicado, y nos dejó con serenidad en la Residencia de San Juan de Dios, donde hasta el último domingo, participó en las misas leyendo lecturas y agradeciendo en todo momento que se contara con él.
Su pérdida ha sido muy sentida en el mundo cofrade local y provincial, así como en la zona de San Sebastián donde él vivía. Se nos va otro personaje de la Antequera del “color sepia” que fue protagonista activo de la segunda mitad del siglo XX y testigo de los inicios de este siglo.
Sus dos últimos actos fueron el homenaje que la Agrupación de Cofradías le dedicó con una misa de acción de gracias el domingo 14 de diciembre de 2014 en su iglesia de San Agustín; y el III Vía Crucis de Pregoneros de Semana Santa, el pasado sábado 7 de marzo de 2020 en la iglesia de Santa María de Jesús. Un domingo tuvo que ser.