Querido José María, allá por el ya lejano año de 1977 vine a Antequera, siendo un jovencito, a cursar estudios de Enfermería a la tristemente desaparecida Escuela de ATS del Hospital Municipal San Juan de Dios , de la cual tú formabas parte como profesor de Epidemiología e Higiene, y allí fue donde te conocí, causándome un fuerte impacto tus conocimientos y personalidad norteña….en una primera impresión, de hecho, eras el ‘profe’ más temido y respetado porque eras muy exigente con tus alumnos, hecho de lo que después me alegré siempre.
De esta forma empecé a conocerte y a tomar buena nota de todo lo que me transmitías, tanto es así que aún pasados más de 40 años recuerdo perfectamente todas tus enseñanzas y particularmente la importancia que le dabas a los mecanismos de transmisión de las enfermedades y a las tan actualmente conocidas gotitas de Pflügge y núcleos de Wells (o aerosoles) con motivo del Covid 19… y del resto de medidas higiénicas y medio ambientales de las que tanto nos insistías en aprender, y que ahora veo son de tanta importancia y triste actualidad y de las que tanto adolecen y desconocen tanta gente.
También y de tu mano tuve la primera experiencia en la extracción de sangre, momento que recuerdo con especial emoción cuando realizaba mis primeras prácticas en quirófano donde trabajabas de anestesista. Gracias a tus consejos y experiencia y a la confianza que me transmitiste me inicié en lo que ahora es mi principal actividad actual en el laboratorio, aunque en aquellos tiempos utilizábamos las jeringas de cristal ¡A partir de ese momento el vínculo profesor-alumno se fue transformando y una vez terminado mis estudios cuando comencé a trabajar en el quirófano, estaba muy contento de trabajar junto al que seguía siendo mi profesor no ya en la teoría sino en la práctica diaria.
José María, fuiste primero mi profesor, más tarde mi jefe, mi compañero referente, y sobre todo mi amigo, persona amiga de todo el mundo, médico vocacional, persona altruista que demostraste con tu pertenencia al Club de Leones, a la Coral de la Inmaculada, y a otras tantas cosas, pues en todo lo que hacías ponías tu pasión por la vida y dabas ejemplo de ello. Tuve la suerte de compartir contigo momentos inolvidables en compañía de nuestras queridas esposas, en las catas de la Jamonería Fuentes, donde siempre hacías gala de tu buen humor espontáneo y ocurrente, comprobando lo fácil que era pasar un buen rato contigo.
Luego cuando enfermaste, tuve el privilegio de poder cuidarte y ayudarte en algunos momentos, nunca olvidaré tu mirada de agradecimiento y tu sonrisa amable a pesar de las circunstancias en las que te encontrabas, demostrando la nobleza de tu espíritu.
Sólo tengo palabras de agradecimiento por enseñarnos tan bien no sólo a saber sino también a… saber pensar, a tu ejemplo de vida. Gracias por guiar mis manos y compartir tu sabiduría de la medicina y de la vida… gracias por dar tanto sin pedir nada cambio.
Todo el que te conoció lo sabe… dejaste huella. Dejar huella no es fácil, a veces la huella se la lleva el viento, a veces la lluvia o el tiempo, pero la que está en el corazón nunca se borrará porque queda impresa en él para siempre. Muchas gracias. Tu alumno y amigo.
MANUEL PALOMO