El 15 de enero de 2020 se emocionaba por recibir una segunda bendición: una pequeña que llenaba de nuevo con amor y alegría su joven matrimonio con su esposa Carolina. El 6 de marzo comenzó a tener síntomas como toda su familia, pero el día 9 decidió ir a Urgencias del Hospital, por encontrarse mal. Dejó su piso en Antequera, su mujer y sus dos hijos, sin saber lo que le esperaba por venir. En la noche del 12 al 13 de marzo entró en la UCI por la gravedad del dichoso virus y fue intubado, perdiendo la noción del tiempo hasta que dos meses después, el 11 de mayo, despertó de la pesadilla y fue trasladado a planta.
¡Estuvo 62 días en la unidad de críticos, donde en más de una ocasión se temió por su vida! Fue entonces una de las personas que más días había pasado en la UCI en España. Hoy, a punto de llegar al año de su particular calvario, quedamos con él para poder compartir su experiencia para mandar un mensaje de esperanza, de agradecimiento al personal sanitario y para que no se crean que esto pasa en las capitales o en China y que Antequera se queda fuera de la crudeza de la COVID-19. Es médico de familia en Sierra de Yeguas y Campillos, tiene hoy 44 años, estuvo 62 días en la UCI, un mes en planta y tras tres meses regresó en silla de ruedas a su casa. Desde entonces va todos los días al Hospital para su rehabilitación. Ya puede caminar, con la ayuda de una muleta.
Tras salir de la UCI, su esposa Carolina compartía lo que le dijo: “¡Ustedes han sido mi motor para luchar por vivir!”. Empezamos la entrevista preguntándole si recuerda algo de los 62 días que estuvo en la UCI: “Ni siquiera me enteré cuando entré a la UCI. Lo último que recuerdo es estar en Observación en un box especial y sacarme de allí y no recuerdo nada más consciente. Mientras estás dormido, tu cerebro sigue funcionando y lo que vives son todo tipo de sueños, uno detrás de otro, hasta que eso se convierte en la realidad en ese momento”.
Un mes después de nacer su hija, empieza con síntomas el 9 de marzo de 2020. “Fue cuestión de un fin de semana. En casa estuvimos todos malos; mi mujer empezó el miércoles: tres días con fiebre de 40. Se lo atribuimos en ese momento a una mastitis y le dimos antibióticos. El viernes empezamos mi hijo y yo con la misma fiebre continua de 40. Cuando estábamos los tres malos en casa yo ya me imaginé que no era nada bueno. Llamamos al número que daban. En mi hijo fueron tres días de fiebre; yo a partir del lunes empecé a ir a peor, nada de congestión ni tos, pero sí fiebre, diarreas, náuseas y un mal cuerpo terrible. Fui al centro de salud, me hicieron radiografía y no se veía nada. Por la tarde me hice una analítica por si salía algo malo, pero no salió nada”.
Padeció lo que ocurrió a principios de marzo: el coronavirus tomaba casas y hospitales y ni los médicos sabían con qué se enfrentaban. Cuando entró a Urgencias del Hospital, ¿cómo fue su diagnóstico?: “El martes seguía mal y en la madrugada para el miércoles me fui para el Hospital. No podía estar ni sentado ni tumbado. No sé exactamente qué pasó, pero en 24 horas me puse malo para morirme y me bajaron a la UCI. Creo recordar de que en algún momento hablé con el internista. Pero no recuerdo lo que pasó. Pensé incluso que podía ser el bichito… pero jamás se me pasó por la cabeza que pudiera tener esas consecuencias tan graves como yo tuve. De acostarme y… al levantarme, una enfermera me dijera que me habían cuidado durante dos meses. Y yo pensé: ¿cómo que dos meses?”.
Se fue dejando a su familia, sin pensar que iba a estar fuera tres meses. “Yo pensaba que iba a estar alrededor de una semana. Como soy médico, decía que era una neumonía y en una semana volvería. Estaba muy mal, incluso me fui en taxi porque estaba fatal y no podía llevar el coche”.Nos quedamos sin palabras cuando nos expone que no recuerda nada de esos 62 días: “En mi caso estaba como en un mundo irreal con toda la clase de sueños que se volvieron en mi realidad porque se convierte en tu día a día y lo que vives en ese momento. Yo cuando me desperté, lo hice pensando en una serie de cosas que eran irreales. Por ejemplo, yo estaba preso y habían puesto a un médico como policía para que no saliera de la UCI. Mi coche estaba destruido. Entonces mi hermana había traído dos coches de mi país para poder venderlos y recuperar lo que había perdido para cuando saliera. Te desorientas porque no tienes ni idea de lo que ocurre realmente. Tardé una semana en hablar con mi hermana y que me dijera que no había venido aquí…”.
Tuvo que ser muy duro saber de un momento a otro que había pasado 62 días sin estar consciente: “Cuando estás dormido son sueños, pero cuando empiezas a despertarte, porque es progresivo, mezclas esas alucinaciones con la realidad. Cuando escuchas algún sonido le das otro significado en tu mente. Tengo algún recuerdo de los enfermeros, de ponerme bocabajo, pero son recuerdos que no estoy seguro, y no te puedo decir que fuera tal persona o la otra y que ocurrieran o no”.
La frase que nos dijo su mujer cuando usted salía es demoledora: ‘¡Ustedes han sido mi motor para luchar por vivir!’: “¡Es que lo fueron! Dentro de ese mundo ilusorio yo veía a mi mujer y a mis hijos. En uno de los sueños yo estaba que me moría y me encontré a mi mujer en un parque y ella me dijo: ‘Yo te voy a salvar y me metió en una clínica…’. Yo veía a mi niña de grande y me imaginaba a mí como una persona mayor ayudándome en silla de ruedas. Había otro niño que yo lo andaba cuidando. Tenerlos a ellos conmigo me motivó a despertarme. Una de las ilusiones en la UCI es que estaban en una pantalla delante de mí. Mi mujer me envió una foto de la familia y la pegaron no sé si en la pared o en los cristales de la habitación de la UCI. Yo miraba como si fuera un ipad y era lo que me motivaba. ¡Ellos eran mi fuerza…!”. Enfermeros que le cuidaron nos confirman que suelen ponerle fotos a los pacientes de la UCI que le hacen llegar de su familia y hablarles de ellos, aunque parezca que no les oyen… es evidente que les llega a su corazón y su cerebro.
Cuando ya despertó, ¿cómo reaccionó y se fue percatando de lo que le había pasado?: “Te vas enterando de las cosas poquito a poco. No es como despertarte por la mañana sino que va todo más lento. Es como tener un puzzle y quieres rellenar las piezas como sea”. ¿Quién apretó más fuerte el brazo a quién entre usted y su mujer en la planta?: “Yo no tenía fuerza (sonríe). Yo no podía ni peinarme; aunque tuviera la intención, no podía. Fue poco a poco hasta recuperar la normalidad y mientras, me he apoyado en ella más que nunca. Yo le doy gracias a Dios por la mujer que tengo”.
Cómo fue volver a casa con sus hijos tras ¡tres meses sin verlos!: “Yo lo deseaba; estaba hecho añicos. Perdí 30 kilos. Mi tía decía que estaba como color mostaza, no podía caminar. Me bajaron en una silla de ruedas. Hicieron una serie de carteles y cuando abrieron la puerta y vino corriendo mi hijo hacia mí para abrazarme… me vio así, se detuvo y miró a la mamá preguntando por la silla de ruedas. Y la pequeña es que no me conocía y se echaba hacia atrás como asustada. Estábamos empezando a conocernos de nuevo, ese vínculo se perdió con la pequeña, pero ya se ha recuperado con los meses”.
A veces nos hemos quedado con los datos de los contagios y los fallecidos, pero ¿y los que vuelven casi a nacer de nuevo?: “No es dar el alta y listo; es importante que esto la gente lo entienda. A veces parece que tienes el virus, te dan el alta y a la casa. Cuando es grave no es tan sencillo. Para mí recuperar la movilidad me ha sido muy difícil. Lo que es el torso y los brazos los tengo más o menos en la normalidad. Pero las piernas y caminar… eso lleva muchísimo trabajo. Los que enferman con COVID grave tienen un camino largo por delante y un camino difícil y que asusta mucho. Como médico, puedes leer un libro e intentar entender por lo que le pasa la gente, pero hasta que no lo vives, no te das cuenta de la dificultad. Como médicos podemos comportarnos diferentes hacia eso, pero es una situación muy difícil”.
¿Cómo se encuentra y qué secuelas le han quedado?: “Lo más grave es la insuficiencia renal. Lo más bueno es que perdí peso (sonríe como puede); pero no lo hubiera querido perder así. Y la movilidad la voy recuperando poco a poco gracias a mis compañeros del Hospital. Es un camino muy difícil y hay que esforzarse mucho, pero con la ayuda de Dios y el apoyo de los rehabilitadores es más sencillo. Hay secuelas tanto físicas como emocionales. Yo digo que soy el mismo, pero no soy igual porque es que esto te llega tan adentro… La cantidad de drogas para mantenerte dormido y cuando despiertas hay una cicatriz emocionalmente grande”.
¿Ha podido hablar con el personal que le estuvo cuidando después de salir del Hospital?: “Me los he encontrado y es como una gran catarsis el agradecerle el que no se dieran por vencidos, que probaran con medicamentos, que me dieran vueltas en todo momento para que pudiera respirar, que hicieran todo lo que hicieron. Aunque se les reconoce muchas veces lo que hacen es increíble. Yo comienzo a recordar cuando me dan de alta de la UCI, me dijo el jefe: ‘¡Tú ya no pintas nada aquí, vete!’. Fue como un pase a la libertad, un momento complicado, pero una alegría enorme aunque no lo podía expresar, no tenía ni fuerzas, pero fueron palabras que se me quedaron grabadas en la mente y en el corazón como si aún escuchara su voz. Un día me lo encontré en la rehabilitación y fue un momento muy emocionante y muy sentimental porque es que tenía tanto agradecimiento en el corazón que no se lo podía expresar”.
Por muy buenos números que haya, hay que hacer caso de las restricciones, se lo preguntamos a alguien que ha padecido la gravedad de este virus: “Es tan importante hacer caso a las normas…
En mi caso, dentro de lo que cabe, tengo secuelas llevaderas y podré retomar mi vida con normalidad, pero hay otras que van a tener muchos problemas pulmonares, en el corazón… que han tenido derrames y ACV (accidente cerebrovascular) que dejan unas secuelas muchísimo más profundas en relación a la calidad de vida de las personas. No nos podemos confiar, que nos vamos a vacunar, pero puede venir un virus mutado que hay que tener cuidado. ¡No podemos bajar la guardia!”.
Hemos hablado de los efectos físicos, pero suponemos que los psicológicos se irán agravando con el paso del tiempo. “Es durísimo porque, por lo menos a mí me pasaba, pasé una temporada emocional que no entendía. En los primeros meses yo estaba sentado con mi mujer y me decía: ‘Mira, acaba de salir otro de la UCI con 100 días’ y yo lloraba y lloraba. He llorado como nunca en mi vida, como un crío. Encontrarme con estas personas que me ayudaron en la UCI me ha servido mucho de catarsis, para poder hablarlo. Todos esos delirios que se viven dentro te cambian la forma de sentir y de actuar. Eres la misma persona, pero eres diferente: te cambia la vida”.
Suponemos que los primeros días, cuando se levantaba en su casa, aún estaba desorientado y pensando en si era verdad o no lo que estaba viviendo: “Yo te diría que era mucho peor que eso. Yo me levantaba y me dolía todo el cuerpo. Tienes una debilidad muscular tan grande que te cuesta dormir. Estás acostado y de un lado te duele, del otro también, juntas las rodillas e igual. Es muy difícil. No me podía peinar, ni poner las camisas ni ir al baño. Una persona que está tanto tiempo en la UCI, que le ponen corticoides y demás va a tener unas secuelas similares. Estas cosas no se tienen muy ubicadas, estos dolores y no poder hacer una cosa u otra para bañarme me tenía que llevar mi mujer, es complicado…”.
En esta parte final de la entrevista, queremos pedirle unos mensajes concretos para determinadas circunstancias que se repiten en este año. ¿Qué le dice a ese personal anónimo de la UCI, de las urgencias de los hospitales, como persona que ha recibido sus cuidados y ha podido superarlo?: “En primer lugar, muchas gracias, yo estoy vivo gracias a ese esfuerzo de entre todos: levantarme, cambiarme, cuidar cada minuto de mí con sondas y todo lo que han hecho por mí. Si hoy estoy vivo y puedo disfrutar de mi familia y mis hijos pueden contar con un padre, es gracias a que ellos tuvieron ese valor. Un virus que no se conocía, estuvieron ahí tantas horas con ese calor que te dan en las zonas críticas de los hospitales. Se lo agradezco y les animo a que tengan un poco más de fuerza antes de que acabe la vacunación y que el trabajo que hacen no es en vano”.
¿Y a esas familias que no pudieron despedirse de sus familiares que perdieron la vida?: “Que siento mucho lo que ha ocurrido y que esas medidas que se han tenido que tomar de no poder entrar han sido por motivos inevitables, muy dolorosas: un virus desconocido. Que es una situación muy triste no solo para ellos, pero que conforme que vamos conociendo más al virus y sabemos con qué medicamentos actuar, es una situación que poco a poco va a desaparecer y que nadie ha podido prever. Ha sido una situación fuera de control y estoy seguro al 100 por 100, que esos profesionales, como me han cuidado y como me han tratado, lo hacen de la misma manera que me trataron a mí, así trataron a sus familiares. Los cuidaron e intentaron todo lo humanamente posible por salvarles la vida y que no deberían llevarse en su corazón de tener algún remordimiento o de tristeza de que no hicieron todo lo que se podía hacer, porque estoy seguro de que se hizo y estuvieron a su lado hasta el último momento”.
Y para las personas que están en esa situación ahora mismo: “Lo primero que si tienen algún tipo de creencia espiritual, si creen en Dios o en lo que quieran creer, que traten de buscar esa salida e intenten buscar reposo e intenten buscar paciencia que es lo más duro. Si están solos que busquen a alguien e intenten desahogarse. Que no se coman la tristeza ellos solos. Los que creen en Dios, como en mi familia, intentamos buscarlo a Él, si no crees busca a un amigo, busca a tu familia, encuentra consuelo. Que traten de sacar su sentimiento y que tengan fe y esperanza porque lo más probable es que tal y como va mejorando el conocimiento de esta enfermedad, vamos a ir tratándola mejor y vamos a tener menos muertos”.
¿Y a las personas que no cumplen las normas?: “Yo soy una persona joven; no tenía por qué ponerme mal. Mi niña tenía mes y medio en el momento en el que enfermé. Ninguno estamos exentos de que algo así nos puede pasar. No sean bobos, ¡ustedes mismos cuídense! ¿Que es incómodo ponerse la mascarilla?… ¡Pues claro! Yo me la pongo también cada día para ir a la rehabilitación, pero no merece la pena correr el riesgo por no llevarla puesta. Es preferible eso a estar un año sin poder trabajar, sin poder moverse y dependiendo de otra persona para una cosa u otra. Por otro lado, sí hay personas con problemas de salud importantes y si vamos por ahí regando el virus va a pasar que nos vamos a cargar a todas ellas y no es justo”.
¿Y a su mujer?: “Primero le pido perdón por todo lo que estamos pasando porque es muy duro y a ella le ha tocado lo más difícil de todo; ha tenido que salir adelante con los niños y me ha tenido que cuidar a mí como un niño y yo estoy más que agradecido y lo que pueda hacer por ella en la vida lo voy a hacer hasta donde me alcancen las fuerzas: yo se lo voy a dar. Y que me perdone porque quizá fui un poco torpe a la hora de hacer las cosas. Me siento en cierta forma culpable porque nos he complicado la vida gravemente, pero en la misma manera hemos aprendido mucho, le agradezco mucho y la amo con todo mi corazón”.
Estos son los recuerdos de Óscar, un padre de familia que hace un año, vivía la grata alegría del nacimiento de su pequeña Amaia, que se sumaba a Andrés, su hijo mayor. Pero una madrugada de mediados de marzo se fue al Hospital para no volver en tres meses. Mientras, su esposa Carolina, aguardaba en casa rezando y pidiendo al Señor, cuidando de sus hijos, pendiente del teléfono para saber de la evolución de su marido.
En 62 días, sus ángeles de la guarda fueron el personal de la UCI y los recuerdos de las fotos de su familia que le acompañaban en su lucha con su fe en el Señor. No es un número, es una persona, es una vida. Es lo que no vemos, pero pasa todos los días, en las UCI de los hospitales, en esas puertas entre la vida y la muerte…