España ha tenido y tiene grandes actores y actrices. La actual industria cinematográfica española, las series de televisión, y ese ansia por el éxito temprano, salvo algunas excepciones, nos dibujan el oficio del actor y de la actriz como un disfrute de alfombras rojas, y toda una vida artificiosa de alabanza social y artística. A veces, todo esto es efímero y a algunos u algunas les dura un estreno. Y es que la vida del artista interpretativo es tremendamente dura y sacrificada. Sacrificio por un sueño y un oficio. Un oficio que se construye desde dentro. A veces se está en el lugar adecuado, otras no. Pero junto a ese sueño, si es verdadero y no un simple capricho, debe de acompañar la disciplina, la perseverancia, el estudio y el trabajo.
Es entonces, cuando quizás puedas vivir de ello. “El precio de la risa” de Gabriel Lechón y Pablo Urueña (2017) nos revela ese camino de construcción y lucha en el oficio del actor, a través de la figura del gran Paco Martínez Soria. El documental se construye entorno a las opiniones de amigos, compañeros del oficio y familia. Un retrato de la figura de unos de los grandes intérpretes españoles del siglo XX. Desde sus comienzos, hasta llegar a ser un empresario teatral y tener al final de su vida un tremendo éxito cinematográfico con adaptaciones de obras de teatro en las que ya triunfaba, a parte de aquellos guiones que nacían para que solo el genio de Martínez Soria los interpretase. José Sacristán, Emilio Gutiérrez Caba, Mary Paz Pondal, Luis Varela, Lita Claver, Arturo Fernández, … nos hablan de sus impresiones, de la forma de trabajar con “Don Paco”. “El precio de la sonrisa” debería ser de visionado obligado en las escuelas o las academias de interpretación. La estela de esta gran estrella debe ser inspiradora para un oficio tan serio y sacrificado como el de la interpretación.
Desde la obra “El viaje entretenido” de Agustín de Rojas Villandrando (1603), hasta la películas “El viaje a ninguna parte” de Fernando Fernán Gómez (1986) o “Pájaros de papel” de Emilio Aragón (2010), nos hablan de la realidad, el sacrificio y las alegrías de este oficio. Dibujar una sonrisa, o hacer resbalar una lágrima sobre la mejilla de un espectador, es un don que “Don Paco” y tantos otros de la escena española nos han regalado y siguen regalando. La oscuridad de un patio de butacas con cientos de miradas sobre el talento, debe rivalizar en el alma y pensamiento del artista sobre los flashes o cualquier alfombra roja.