Vivimos tiempos difíciles en donde ya muchos se han olvidado de la pandemia. Los políticos, como siempre, ofreciendo todo para ganar sus votos aunque sea a costa de la muerte por el mismo Covid. Nos han puesto a los adultos las vacunas, pero abren todas las puertas a los jóvenes sin vacunas. Desgraciadamente es como dar a todos vía libre olvidando que el Covid sigue infectando y más en los botellones y ocio nocturno sin mascarillas ni control.
Jesús en el Evangelio de hoy nos invita a pararnos, a pensar un poco en la vida, a preguntarnos: ¿Qué es más importante la vida o contagiarnos del Covid? Realmente ya todos estamos cansados de tantas medidas y noticias que van llevando de nuevo al contagio. Y que bien y acertadas nos vienen las palabras de Jesús a sus discípulos: “Venid vosotros solos a un lugar solitario, para descansar un poco”.
Al releer el evangelio de hoy, vemos como el evangelista Marcos describe con todo detalle la situación en la que se encuentra Jesús. Él se dirige en barca con sus discípulos hacia un lugar tranquilo y retirado. Quiere escucharles pues han vuelto cansados de su primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con Jesús. Pero hoy vemos que sus deseos quedan frustrados. La gente quiere robarle a Jesús un milagro como hoy esperan muchos el milagro de la lotería que les cambie su vida.
Vemos a Jesús en el fondo deseando huir de la multitud y descansar con sus amigos. Pero la gente se le adelanta corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud venida de todas las aldeas del entorno. Y nos preguntamos: ¿Cómo reaccionará Jesús y cómo reaccionaríamos nosotros?
Hay una invitación de Jesús a una Iglesia misionera. Tras mi experiencia misionera de más de 30 años por los caminos de América, veo como por aquellos lugares donde no hay sacerdote, el Espíritu Santo está soplando en nuevas formas de ser Iglesia. Y que alegría me ha dado ver que en la selva de Ecuador han nombrado la primera mujer indígena de la historia como acolita y ministra de la Palabra. Es una “pastora” que ha escuchado la voz de Jesús y está al pie de la evangelización donde ya no hay sacerdotes. Allá como yo viví en la selva de Perú cuando era párroco de 100 pueblos como desde Antequera a Córdoba, no había 22 misas como hoy tenemos cada fin de semana en Antequera. Allá éramos solo dos sacerdotes para atender esos cien pueblos. Y como misioneros difícilmente podíamos evangelizar si no fuera por aquel apoyo de más de 150 catequistas campesinos que eran el alma de aquellos lejanos pueblos.
Y desde mi realidad de 37 años de sacerdote que cumplí el pasado día 14, hoy comprendo que Jesús nos pide a todos adaptarnos a las distintas realidades tan cambiantes que hoy vivimos y sufrimos. Y aquí no hay recetas sino sólo acercarnos a Jesús. Lo primero que destaca el evangelista es la mirada de Jesús. No se irrita porque hayan interrumpido sus planes. Mira detenidamente a la gente y se conmueve. Nunca le molesta la gente. Su corazón intuye la desorientación y el abandono en que se encuentran los campesinos de aquellas aldeas. Movido por su compasión les comunica la Palabra de Dios, conmovidos por la necesidad que tienen de un pastor.
Hoy también en Antequera, la marcha de los Hermanos Capuchinos ha de interpelarnos a todos de la necesidad que en la Iglesia tenemos de pastores. Dejemos de quejarnos de la falta de sacerdotes. ¡Apoyémosles y recemos por ellos!