A los de mi generación, nos hizo creer que un hombre podía volar. Aún recuerdo una de las secuencias que viví de pequeño en el Teatro Cine Torcal. Clark Kent se asomaba a la ventana del Daily Planet, se sentaba en el poyete y se lanzaba al vacío, convirtiéndose en Superman, a la busca y captura de Lex Luthor.
Richard Donner tenía el don de los grandes directores de cine. No le importaba el género. Siempre tenía la capacidad de dejar en tu recuerdo cinéfilo un plano especial, una situación. Supo generar inquietud y verdadero terror en la “Profecía” (1976). Son míticas muchísimas de sus secuencias. La más aterradora, aquella sonrisita de Damien al final del metraje junto a los acordes de la maravillosa banda sonora de Jerry Goldsmith. Pero, para resarcirse de aquella terrorífica imagen infantil que nos dejó, años más tarde nos regalaría un grupo de sonrisas jóvenes, las de unos tales “Goonies” (1985). La música de Cyndi Lauper marcaba las pedaladas en bicicleta del joven grupo, con quienes corrimos junto a ellos una gran aventura, tras la pista del pirata Willy “el tuerto”.
Más tarde las calles de los Ángeles conocimos a una pareja de policías, que daría para una de las más exitosas franquicias de acción policial de la historia del cine, “Arma letal” (1989). Estos polis, Riggs y Murtaugh, personajes encarnados por Mel Gibson y Danny Glover, marcaron época y género. La acción cinéfila, con permiso de McClane ( “Jungla de cristal” de John McTiernan (1987), tuvo un nuevo enfoque. Amistad y empatía, bajo las notas del saxo de David Sanborn. Aunque en mi recuerdo de juventud, siempre quedará esa maravilla de cuento medieval, “Lady halcón” (1985) donde el día y la noche separaban a dos enamorados bajo un tremendo hechizo. Ella, de día un halcón; él, de noche un lobo. Su único aliado, el joven Phillipe Gaston, y el atardecer o el anochecer.
Único momento en el que por unos breves instantes podían encontrarse cara a cara. Richard Donner era un elegido. Pocos directores pueden cambiar de género y hacerlo excepcional como él. Nos regaló sueños y aventuras, buscando una mirada siempre amable, honesta, de inocencia y creencia en nosotros. Como la de aquellos “Goonies”, cuando vieron recortado en el horizonte, el galeón pirata de Willy, hoy tripulado por Richard Donner hacia la eternidad de nuestros corazones.