viernes 22 noviembre 2024
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Semana XXIV del Tiempo Ordinario: ¿Quién es Jesús? ¿Qué dicen de Él?

Muchos de nuestros contemporáneos ven en Jesús un hombre bueno, generoso, atento a los sufrimientos de los otros, que soñó con un mundo diferente; otros ven en Jesús a un admirable “maestro” de moral, que tenía una propuesta de vida “interesante”, pero que no consiguió imponer sus valores; algunos ven en Jesús a un admirable conductor de masas, que encendió la esperanza en los corazones de las multitudes carentes y huérfanas, pero que pasó de moda cuando las multitudes dejaron de interesarse por el fenómeno; otros, todavía, ven en Jesús a un revolucionario, ingenuo e inconsecuente, preocupado por construir una sociedad más justa y más libre, que intentó promover a los pobres y a los marginados y que fue eliminado por los poderosos, preocupados por mantener el “status quo”.

 

Estas visiones presentan a Jesús como “un hombre”, aunque “un hombre” excepcional, que dejó su marca en la historia y un recuerdo imborrable. ¿Jesús fue, únicamente, un “hombre” que dejó su huella en la historia como tantos otros? “¿Y vosotros, quien decís que soy yo?” Es una pregunta que debe resonar en nuestros oídos y en nuestro corazón. Responder a esta cuestión, no significa soltar lecciones o tratados de teología, que no inquietan nuestro corazón, es intentar percibir cual es el lugar que Cristo ocupa en nuestra existencia.

Responder a esta cuestión nos obliga a pensar en el significado que Cristo tiene en nuestra vida, en la atención que prestamos a sus propuestas, en la importancia que sus valores asumen en nuestras opciones, en el esfuerzo que hacemos o que no hacemos para seguirle. ¿Quién es Cristo para mí? ¿Es el Mesías libertador, que el Padre envió para que viniera a mi encuentro con una propuesta de salvación y de vida plena? El Evangelio de este Domingo sitúa frente a frente la lógica de los hombres (Pedro) y la lógica de Dios (Jesús).

La lógica de los hombres apuesta por el poder, el dominio, el triunfo, el éxito; nos garantiza que la vida sólo tiene sentido si estamos del lado de los vencedores, si tenemos dinero en abundancia, si somos reconocidos e incensados por las multitudes.

La lógica de Dios apuesta por la entrega de la vida a Dios a los hermanos; nos asegura que la vida sólo tiene sentido si asumimos los valores del Reino y vivimos en el amor, en el compartir, en el servicio, en la solidaridad, en la humildad, en la sencillez.

¿En mi vida de cada día, estas dos perspectivas se enfrentan, de igual a igual… Cuál es mi elección? ¿En mi perspectiva, cuál de estas dos propuestas representa un camino de fidelidad seguro y duradero? Jesús se hizo uno de nosotros para realizar los planes de Dios y proponer a los hombres, a través del amor, del servicio, de la donación de la vida, el camino de la salvación.

Hoy nos queda claramente expresada la fidelidad radical de Jesús a ese proyecto. Por eso, él no acepta que nada ni nadie niegue o le aparte del camino de la entrega de la vida: dar oídos a la lógica del mundo es olvidar los planes de Dios y, para Jesús, eso es una tentación diabólica que rechaza plenamente.

Ser cristiano es, esencialmente, seguir a Jesús por el camino del amor y de la donación de la vida. El cristiano es aquel que hace de Jesús la referencia fundamental alrededor de la cual construye toda su existencia; y es aquel que renuncia a sí mismo y que toma la misma cruz de Jesús.

¿Qué es “renunciar a uno mismo”? Es no dejar que el egoísmo, el orgullo, la comodidad, la autosuficiencia dominen en la propia vida. El seguidor de Jesús no vive cerrado en sí mismo, mirando para sí, insensible a las necesidades de los hermanos, alejado de las luchas y de los demás hombres, sino que vive para Dios y compartiendo y sirviendo a los hermanos.

¿Qué significa “tomar la cruz”? Es amar hasta las últimas consecuencias, hasta la muerte. El seguidor de Jesús es aquel que está dispuesto a dar la vida para que sus hermanos sean más libres y más felices. Por eso, el cristiano no tiene miedo de luchar contra la injusticia, la explotación, la miseria, el pecado, aunque eso le acarree problemas graves. 

 

 

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