“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los de sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. (Martin Luther King)
No podemos dejarlo para mañana. La tarea de ser felices tenemos que anotarla en nuestra mente, en nuestra agenda de vida, en nuestro día a día sin dejarla para luego porque el luego tal vez tarde en llegar o no llegue nunca. No es cuestión de imposibles es más bien cuestión de posibles sencillos pero ilusionantes. Cumplir sueños es admisible y cruzar puentes de alto diseño también si nos lo proponemos. Los pasos de cada ser humano deberían estar llenos de alegría, de palabras de cariño, de respuestas a preguntas que no conocemos, de brindis de miradas y desarrugados sentimientos especialmente de aquellos que se traducen como sensiblerías abocadas a tristezas subidas a la parra.
Los horizontes de grandeza, además de formar parte de título de película están para cumplirse sin agobios con las capacidades que desarrollamos pero no con el lastre que nos quieran dejar pasados oscuros e incluso vividos por otras personas que no somos nosotros. Caminemos nuestro sendero con nuestros errores, sembrémoslo de coraje e ilusión. Hay que dejar atrás, con un brindis de luz y renovados propósitos aquellos desgastes por el errar, aquellos odios de rostros pétreos y amargados. Fuera los agravios, fuera las rivalidades, inclusos aquellas que mantenemos con nosotros mismos.
Coraje para cumplir nuestra misión en esta autopista de múltiples peajes. Llevémoslo a cabo de la mano de la madurez satisfecha, de la empatía, de la honestidad bien entendida. Hagamos lo que mejor sabemos y entonces avanzaremos sin neblinas encubiertas por los lugares queridos con nuestra sonrisa más ancha. Seamos valientes pero no endurecidas murallas, no construyamos cárceles o estrechos bastiones para nosotros mismos. Seamos libres desde nuestra mente, desde nuestro corazón. ¡Hagamos lo que hemos venido a hacer, vivir!