Con la evolución de los hechos a lo largo de estos últimos días, guerras aparte, todo parece indicar que vienen jornadas complejas en lo de percibir que los quehaceres habituales van a discurrir con tranquilidad. La televisión mostró incluso lineales vacíos en los supermercados a las pocas horas de su apertura y los medios de comunicación atisban en sus titulares que vienen días duros porque el Ejecutivo reconoce que hay que “apretarse los dientes”.
Hasta consolidando el paquete de medidas para bajar la luz y los combustibles está visto que cada actuación requiere un dinero que debe aprobar Europa y que la inflación ya ha llegado este pasado miércoles a tasas de 1985 al acercarse al 10 por ciento. Así parecen estar nuestras arcas, con unas cuentas cogidas siempre con alfileres según los economistas con más peso del país y con la ciudadanía perpleja porque desde el inicio de la pandemia parece que no terminamos de despertar de un mal sueño.
Lo que sí está claro es que en nuestro discurrir por la vida actual apenas valoramos la enorme cantidad de sectores que tiene esta sociedad tan interdependiente que hemos creado. Entre ellos, de capital importancia, el del transporte y si éste no funciona,vuelve a comprobarse que se rompen todas las conexiones y como hemos visto, hasta se nos mostraron caravanas de camiones custodiados por la guardia civil. El objetivo no era otro que poder llevar las materias primas a las fábricas con vistas a seguir elaborando alimentos, tanto para el consumo humano como para los animales de las numerosas granjas que se reparten por todo el país.
Es evidente que, al margen de tantos otros profesionales tan imprescindibles, los transportistas son ese importante eslabón de la cadena que conecta los distintos sectores de producción de bienes y servicios en una sociedad pujante. Sus legítimos derechos y su calidad de vida también forman parte de nuestras comodidades. Otra cosa ya es cómo se haya estructurado el colectivo desde abajo y las grandes asociaciones que lo controlan en muchos casos.
Parece obvio recordar los meses tan duros de confinamiento en donde el campo, la sanidad y el transporte fueron los tres pilares en los que se fundamentó y garantizó nuestra propia vida. Solo desde el reconocimiento a su trabajo y la percepción de que siempre el acuerdo es la base de las soluciones, se ha empezado a ver el final del túnel en esta problemática, pero para dicho acuerdo, por lo que se está viendo,harán falta muchos millones de euros a fin de paliar las cuantiosas pérdidas. Nadie sale a trabajar para perder dinero y al parecer este sector es lo que está viviendo a diario con el precio de los carburantes entre otros gastos. Ojalá el pactodefinitivo sea tan inminente como permanente. Más nos vale al resto.