Primus inter pares. A pesar de que muchos no conozcan su significado, la vuelta a España del primero entre todos los iguales, del rey Juan Carlos I, se ha convertido en el mayor quebradero de cabeza para la Casa Real y en la mejor bebida para gobernantes y gobernados de Sanxenxo.
Incuestionable la figura del rey emérito en su papel de la transición española, pese a quien le pese, e inabarcable su enorme gestión mientras estuvo al frente de la Jefatura del Estado. Pero, el regreso de Juan Carlos I a España, aprovechando que la reina Sofía se encontraba haciendo las Américas de Miami, podrá tener tantas interpretaciones como se quiera, pero no procedía de la forma que se ha hecho. El rey puede venir cuando le apetezca y como le apetezca, pero le faltará el perdón o, al menos, unas disculpas. Sin ello, a cada regreso, junto al aplauso tendrá que oír más de un abucheo. De casta le viene al galgo y los borbones, ahí está la historia, camparon siempre a sus anchas desde que Carlos II cerró la puerta a los Austrias y dio paso a los Borbones.
En esos niveles, separar la vida familiar de la política y del compromiso con los ciudadanos no es únicamente un deber sino una obligación moral. Visto está que las relaciones de Juan Carlos I lo pusieron siempre en la picota y el precio que ha pagado es por todos conocido. El rey emérito, Urdangarín, la infanta Elena y todo el elenco monárquico hizo del buen uso de las normas, a lo que parecían tenernos acostumbrados, los mayores abusos que se precien. Ahora, de aquellos polvos, estos lodos deben no extrañar ni a propios ni extraños.
Los últimos dos años han sido para la Casa Real de una lucha titánica para salvar los trastos, no por su figura, sino por la estela que había dejado el padre. Imposible pensar que Felipe VI, todo un jabato en el mantenimiento de la institución monárquica, haya seguido el mismo ritmo del baile que mantuvo su majestad emérita
El rey podrá venir a España cuando quiera y como quiera pero debe dar una explicación. Sin estar en el estío pero con una antesala que nos antoja un verano más que cálido, cualquier visita o aparición del rey nos dará menos dolor de cabeza que las atrocidades que nos depara la guerra con Ucrania, y la enorme inflación del Gobierno que tiene engañada y comprada a buena parte de España con la subvención.
