¿Cuánto tiempo empleamos en preocuparnos por acontecimientos que no llegan a suceder? ¿Es productivo darle vueltas a ideas irracionales o negativas que no llegan a resolver nuestros problemas? ¿Nos damos cuenta que caemos en ese bucle demasiado tiempo ya sea de día o de noche? ¿Ocupamos más tiempo en preocuparnos que en ocuparnos?
Y mientras tanto, en esta vida frenética que llevamos, perdemos de vista lo que de verdad importa dándole intensidad a cosas que no lo son. Lo que de verdad importa son las personas que nos quieren y a quienes queremos y somos nosotros mismos, nuestro bienestar y salud física y mental. Cuidamos de los demás y muchas veces nos desatendemos. Nos situamos en la última posición dentro de nuestras prioridades, o tratamos de llenar el vacío a través de conductas inadecuadas que no hacen más que dañarnos aún más. Adicciones con o sin sustancias y otras conductas de riesgo que sumergen a la persona en un sistema de autodestrucción perjudicial para el protagonista y su entorno.
Para reconocer lo que de verdad importa hay que saber ver bien lo que tenemos a nuestro alrededor. Observar de forma detenida todo lo bueno que nos rodea y lo que nos regalan a diario nuestros amigos y familiares. Valorarlo para cuidarlo a diario y cuidarnos nosotros para seguir disfrutándolo.
Para ello es necesario hacer silencio, callar esos pensamientos negativos con los que nos boicoteamos. La esencia de lo importante está en esos pequeños momentos, sonrisas, miradas, abrazos… todo aquello que vale tanto costando tan poco.