Parece una paradoja, mientras se está recomendado el ahorro energético a todo el país, en Vigo ya se está preparando ese espectacular alumbrado que año tras año, quiere que se hable en el mundo de ser la ciudad con más luces y mejor adornada. Y su alcalde es del mismo partido que el presidente del gobierno. Esto quiere decir, que son las personas, únicamente ellas, las que toman decisiones controvertidas, egoístas, porque piensan que es lo que mejor conviene a los ciudadanos. Ayuso, que se ha caracterizado por su oposición contumaz y su determinación de ir por libre por muchas recomendaciones que le vengan del gobierno central, no pueden ser aprovechadas por el ejecutivo, para menoscabar la imagen del jefe de la oposición.
Versos sueltos tienen todos los partidos. Solo hay que preguntarle a cualquier militante de la coalición IU-podemos para saber qué piensa de Yolanda Díaz. ¿La pueden controlar? Ahora bien, el ahorro de energía no es caprichoso, se ha convertido en algo extremadamente necesario y todos tenemos que contribuir a que se haga efectivo y real. Está aún cercana la noticia de que un consejero de la Junta, hubo de llamar la atención acerca de un edificio que estaba encendido las veinticuatro horas del día durante 13 años. Nadie echaba cuentas de apagarlo, y estaba ocupado por más de 1.500 de empleados, haciendo uso de la calefacción y aire acondicionado. Es una oportunidad y obligación que tenemos para trabajar por nuestro país. Alterar un poco el excesivo confort que venimos disfrutando sin apenas apreciarlo, no va a tener grandes consecuencias. Se ha derrochado sin miramiento en oficinas de la administración, supermercados, restaurantes y casas particulares. Nunca creímos que llegaría el día que para darle al interruptor de la luz, tuviésemos que pensarlo, mirar el reloj y no perder de vista la temperatura.
No es un tira y afloja entre las distintas administraciones. Es un problema que nos puede traer consecuencias desagradables e imprevistas. Y lo que menos habría de importar es pensar si se espanta a algún cliente por los 27 grados de los comercios. El cambio climático nos pisa los talones. No estamos ante una cuestión arbitraria o caprichosa, es una cuestión de supervivencia para futuras generaciones; es una forma de prevenir un futuro incierto con una guerra en Europa, que va camino de seis meses, y que pocos pensaron que sus consecuencias tensionarían tanto el panorama internacional.