Las nubes dieron tregua a unos cuantos rayos de sol, pero en segundos un frente gris se acercó sin pensárselo dos veces. El día no estaba fresco, pero si se percibía gris, una mezcla de blanco y negro de las viejas películas, que enmudecían al paso de las escenas. Sonoro se volvió en cuestión de momentos robados a la mañana. Claxon de coches y aullidos escandalosos y persistentes de sirenas.
Ventanas abiertas de par en par sin atisbo de color. Los visillos blancos tamizaban el día también. Vestidor abierto casi en espejismos, como si fuera la prolongación de esas ensoñaciones un tanto aturrulladas que luego no recuerdas cuando de verdad te sientes despierta. Delante de la primera balda sostenida aún por los últimos sonidos de la alarma del móvil, en fila, unos al lado de otros las zapatillas deportivas en colores brillantes: rojas, azules, verdes lima, naranjas, negras y blancas, grises y rosas las última adquisición. Todas preparadas para hacer kilómetros ajustándose a mis pies.
Distancia abierta por delante, hoy la meta son seis kilómetros. Zapatillas rojas, toque de color al día, y a mis pensamientos, a los sentimientos que despiertan del todo y me sonríen desde el interior. La cuesta que espera a ser subid, bosteza sus grietas que a fuer de ser nuevas no dejan de ser dolorosas, sobre todo teniendo en cuenta que la pavimentaron hace poco. Árboles frágiles la flanquean como guardianes, tiesos,formales, sin hojas en las escuálidas ramas, sin sombra para un día gris, los dictados de la moda o el espacio no dejan duda a unos bancos de piedra que imita el mármol de la incertidumbre. Decía Ortega y Gasset que el paisaje español está poblado de proyectos en ruinas o inacabados, va a ser eso.
Entra en mis oídos un podcast de Angel Barceló, me entero de la muerte de Pablo Milanés, Vaya. Mi mente viaja hacia sus canciones. “Yo no te pido que me bajes una estrella azul”. Recuerdo de notas que hoy también son grises.