Que llegue a casa y le diga a Bautista (mi asistente en Inteligencia Artificial, IA): guarda el coche en el garaje, después cierra el portón, entre en casa y nada más abrir la puerta le diga a doña Olga (mi cocinera en IA ), que el pollo que está en el horno, esté dorado y después prepararme una buena ensalada y un postre dulce, y el café, por supuesto servido todo en la mesa, previamente preparada para almorzar…
Pues esto señores, no es broma y ya es posible.
Asistentes personales digitales, smartphone, o PC, pueden buscar en la web, traducciones de forma automática, ciberseguridad, lucha contra la desinformación, optimización de productos y procesos de ventas, aire acondicionado inteligente, vehículos autónomos, compras en línea y publicidad, agricultura inteligente, riego, alimentación de animales, robots antimalas hierbas, robots utilizados en fábricas, aspiradoras,, frigoríficos, relojes conectados, persianas y luces automáticas, la TV, el grupo musical, la ducha a temperatura corporal, todo es posible. Y no queda aquí la cosa, tomen nota por favor, la IA, es la habilidad de una máquina de presentar las mismas capacidades que los seres humanos como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de aprender y de planear. ¿Cómo se les queda el cuerpo?
Dígame usted cómo le explico yo a una máquina lo de volverán las oscuras golondrinas… o la visión, el sentimiento de contemplar la singular belleza de una rosa; no creo por muy inteligente que sea, se pueda enamorar de una mirada, o del sentimiento hacia una persona, o porqué no, interpretar la mirada dulce y picarona de tu mascota que te da, cuando a tus pies se recuesta o en tu regazo cada día. No lo creo, según mi modesto y torpe criterio. No digo yo que pueda prestar un valor añadido indiscutible, por ejemplo en la rapidez, certeza y seguridad sobre un cálculo matemático para la alzada de un edificio con cien plantas, herramienta muy útil para cualquier arquitecto, o por ejemplo, por su capacidad, estar al servicio de los legisladores políticos, a fin de que esa propuesta, proyecto de ley, sea coherente para la inmensa mayoría antes de su promulgación, e incluso para el científico que elabora que labora e investiga fórmulas contra la lucha y el mal del cáncer, cuya aplicación de todo conocido erradique está o cualquier otra enfermedad. Esta aplicación sí me resulta válida y positiva, pero siempre irá de la mano de un creador el ser humano.
Me viene al caso, un estudio que nos presenta Iberdrola donde nos comparte que aunque haya voces como la del filósofo sueco de la Universidad de Oxford, Nicolás Bostron, que anticipa que “existe un 90 por ciento de posibilidades de que entre 2075 y 2090 haya máquinas tan inteligentes como los humanos “, o la de Stephn Hawking, que aventura que las máquinas superarán a los humanos en menos de 100 años. Lo cierto es que lejos de convertirnos en obsoletos, la IA nos hará más eficientes y nos permitirá ejecutar acciones que nunca hubiéramos podido realizar, debido a su complejidad.
Después de todo lo expuesto, personalmente a mi edad, de seguro que me va a costar un mundo entrar en este nuevo parámetro que se ha descubierto. No sé ustedes, pero tan solo deseo, que toda la ciencia tenga la conciencia de servir en beneficio de la humanidad.
Conforme me pasan los años, como las páginas de un libro, cada día me oscurezca más, no por desidia, o por desinterés, en absoluto, es que el alcance del ser humano, también tiene un límite en su preparación, en la adecuación a lo nuevo, y adaptación a todo tipo de cambios tan radicales como lo expuesto, y yo, personalmente, ya no estoy en condiciones de someter mi torpe entendimiento sobre estas nuevas tecnologías. Es un móvil de tipo mediano y jamás conseguiré aprender el contenido de todas las funciones que ofrece, así que me confirmaré simplemente, con una taza de café y un libro antiguo, tan antiguo como yo que ya soy un total carcamal y mal aprendido.