Corría más que el viento. Subida a unos tacones infinitos, corría. El autobús no espera. Hay que llegar a tiempo al trabajo, o eso dicen. La bolsa cargada con todo aquello que necesita, el bolso también. Mañanas de carreras siempre. Ella no entiende el porqué hay que levantarse temprano para llegar antes. Llegar antes, ¿para qué? Llegar a tiempo, tal vez. Llegar tarde ¿por qué no? Su filosofía de tiempo es diferente al de el resto de los mortales, bueno no a todos, ¡menos mal!
A ver ¿vas al cine a las 9 de la mañana, a las 8? No, lo normal es que vayas a las 8 o incluso a las 10 de la noche. Sí, ella es una persona búho, una persona nocturna. Sus mejores ideas las tiene a partir de la media noche, y eso siendo escritora o pintora es genial. La gente, amigos o compañeros de trabajo, le instan a que cambie sus hábitos.
“Acuéstate antes y levántate más temprano”. Pero ella se acuesta tarde porque disfruta de la noche, sentada en su sillón de escribir, en su sillón de pintar, es el mismo sillón realmente, que la convierte noche tras noche, en una artista de la palabra o el pincel o vete tú a saber. Porque no tiene más remedio se levanta con la hora justa, justita, para no perder el autobús que la lleva a su clase, es profe, en la facultad de pedagogía.
Luego llegan los fines de semana en los que las alarmas desaparecen de su vida hasta el lunes, claro. Las vacaciones también cuentan. Hacer caso omiso de las horas. “Bajas muy tarde a la playa”, comentan vecinas y amigos. Y ella se pregunta ¿cuál es la hora de playa? ¡Qué tontería! También están los que en la urbanización en la que viven se dedican a practicar las reglas de la vieja del visillo, “te acuestas muy tarde, veo luz en tu ventana”. En fin, sus vidas cuentan porque espían a alguien, es que de otra manera estarían vacías. ¡Qué pena!
Mientras tanto, ella, vive la vida que no encuentra salida en el laberinto extraordinario de sus tacones de aguja, que jamás se convertirán en sensatos, faltaría más. ¡Y corre!