El juicio de Jesús ante Pilato acontece cuando “muy de mañana llevan a Jesús de casa de Anás y Caifás al Pretorio”. Y Pilato no ve clara aquella acusación y les dice: “Juzgarle vosotros según vuestras leyes”. Y, entonces, ellos formulan la más grave de las condenas: “no estamos autorizados para dar muerte a nadie”.
Lo que obliga a Pilato a trasladar a Jesús dentro del Pretorio –momento en que comienza el evangelio de hoy– y le pregunta: “¿Eres tú el Rey de los judíos?”. La escena parece una contradicción: el pueblo y las autoridades acusan al reo. Y el gobernador, el dueño del poder, le pregunta si él es el Rey de ese pueblo que le está acusando y condenando.
Pero Jesús, a pesar de encontrarse ante quien le puede condenar, no pierde la entereza y responde: “Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros”. Pilato capta la ironía y le mira con desprecio diciendo: “¿Acaso soy yo judío? Son los tuyos lo que te han entregado. ¿Qué has hecho?”.
Y entonces, Jesús responde a la pregunta: “Mi reino, mi realeza, no proviene de este mundo”. San Agustín nos pone en guardia: ya que hay quienes quieren concluir que el reino de Dios es de un mundo fuera de este mundo. Cuando la frase de Jesús, afirma san Agustín, no dice eso. Jesús se refiere al origen de su dignidad, que no viene de los poderes de este mundo, sino de arriba. Su realeza que viene de arriba, se ejerce en este mundo. Sólo así tiene sentido su encarnación y lo que sigue.
“¿Luego Tú eres Rey”, pregunta Pilato. Y Jesús sentencia: “Tú lo dices: soy Rey. Yo para esto he nacido, para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz”.
Y acaba de poner los fundamentos de su reino. Su reino se realiza en este mundo, pero no al modo de los reinos de la tierra, sino en los que son de la verdad y escuchan su voz. Frase que se nos clava como un arpón.
¿Han leído el viejo y el mar? El gran pez mordió el anzuelo y el viejo le fue dando sedal porque debía ser un pez enorme, muy fuerte. Tan fuerte que arrastraba la barca y al viejo. Y comenzó la lucha de titanes…
A nosotros, Cristo nos ha clavado su verdad, y sin embargo ¡cómo nos resistimos a vivirla! Él nos suelta sedal, pero la verdad se nos ha clavado y por eso estamos aquí. Queremos ser de los suyos, de los que escuchan su voz. “El que es de la verdad escucha mi voz”. Queremos que nuestra vida sea verdadera y coherente, queremos escuchar su voz y vivir según su Palabra, que es la verdad.
¿Cuál es la verdad de mi vida? Pregunta que todos deberíamos hacernos hoy, Día de Cristo Rey. ¿Soy de la verdad? ¿La busco y defiendo? ¿Escucho la voz de Cristo y recibo su Palabra?