Vivimos tan rápido que no terminas un momento para estar adelantando el siguiente. No ha venido el frío, a pesar de los tres últimos días, y ya estamos en plena campaña de Navidad.
Hoy vivimos el día, el momento, pero muy fuera de lo que se empezó a sentir para disfrutar de lo vivido. Cierto es que hoy la Navidad ya no es lo que fue. Pero, ¿y qué se hace para recuperarla?
Hoy la Navidad es el anuncio de la lotería y los impulsos a comprar décimos. La Navidad la empieza el “black friday” que impulsan las compras. La Navidad son las luces de las fiestas. La Navidad son turrones, mantecados y cava. La Navidad es tiempo de comidas de empresa, de reunirse y festejar. La Navidad es viajar. La Navidad es una fiesta.
¿Y dónde está su esencia? Con todo el respeto a las diferentes formas de pensar y vivir, los cristianos deben de impulsarla desde su esencia. Para ello deben de promover el recuerdo del Nacimiento del Niño Dios en cada hogar, calles o ciudad.
¿Y cómo? Pues aunque siempre buscamos a un organismo, a un colectivo, a una persona, esto debería de surgir de cada cristiano, de cada persona.
La Navidad está en cada momento que nace. En ese Niño que, recién nacido, bendice un hogar con su alegría, su presencia, su bienvenida. Es una oportunidad para cambiar nuestros hábitos y rutinas.
La Navidad está en cada niño que crece, que conoce la vida, que se suma a esta celebración. La Navidad es la experiencia de quienes aprenden a tomar sus responsabilidades, quienes construyen un nuevo mundo, respetando al que estuvo y al que vendrá.
La Navidad es el respeto de la familia, del hombre, de la mujer, que están llamados a crear un hogar. No hay mejor fiesta que una familia viva, basada en el respeto y el amor al otro.
La Navidad debe ser un tiempo de ayuda. Donde el vecino piensa en el de enfrente. Acompañando al que está en soledad. Contribuyendo con esa tienda de barrio. Evitando hacer el mal al que está ahí.
La Navidad deber ser el uso de las administraciones públicas por el bien de todos. Que busque una sociedad donde se fomenten más criaturas que nazcan, crezcan sanas, respeten al prójimo, aporten soluciones y mimen al mayor, como ellos lo hicieron al nacer.
La Navidad debe ser la fiesta del respeto. Donde no eres más grande por tener más, sino por vivir feliz, tranquilo, con todo el respeto posible.
La Navidad debe ser celebrar, festejar, reunirse, cantar, abrazarse, reírse, acordarse, dar sin esperar recibir. La Navidad debe ser una noche de paz una tras otra.
La Navidad debe ser volver a casa, con los abuelos, con los padres, con los hermanos, con los amigos. Aportar cada uno lo que sepa hacer y dar.
La Navidad debe ser adornar las calles del reflejo del alma. Con luces, árboles, estrellas, cajas, animales… pero con la Sagrada Familia, con el Niño Jesús…
La Navidad deber ser ver películas, desearse lo mejor con una carta, un regalo, un mantecado, un décimo… pero con un abrazo y un te quiero.
La Navidad comenzó en un sencillo y pobre pesebre, sin necesidad de tanto adorno. Un niño que nace, una madre, un padre y una legión de amigos. Todo lo demás, bienvenido sea, pero si perdemos la esencia, olvidamos cómo empezó todo. Así que, preparen la llegada de la Navidad.