Hay divergencias entre los torcaleros (tampoco es novedad ello) cuando denominan esta figura, los unos le llaman “la Cuña”, luego están los que afirman que lo correcto es decir, “el Corazón Partido”. Hoy, para dar contenido a esta pequeña lectura, me quedaré con el desamor y la animadversión producida por la ruptura en las relaciones de las personas, con el posterior resentimiento que nos provoca y nos induce a expresarnos con aquello de, nos han roto el corazón.
Las novelas románticas, la filmografía, la prensa rosa ya se encargan en engordar sus contenidos y audiencias ahondando en el padecimiento de las personas, ofreciéndonoslo, vendiéndonos, inclusive que, tras estas no agradables situaciones es normal que las personas sufran. Nos dicen, argumentan, que tales situaciones son parte del amor, y no, esto no es así, no estamos para sufrir en esta vida. Que hay ocasiones y momentos en el diario caminar en que nos vamos a tropezar, con que, ineludiblemente nos van a llegar momentos de sufrimiento, vale, a veces es inevitable. Pero el amor, nunca nos debería provocar dolor. Y me estoy refiriendo en esta ocasión a Eros, al amor pasional, que suele ser el mas ninguneado, el que con más facilidad nos dejará con la sensación de, corazón partido.
Richard Dannenberg, escribió la letra para un bolero que Antonio Machín (cantante cubano) popularizó en la difícil década de los años cuarenta del siglo pasado, la canción se tituló “Corazón Roto” y la letra describía las vicisitudes de una persona que no comprendía como podía amar a dos mujeres a la vez… y no estar loco.
Cuando Eros se ve reforzado y acompañado de la sinceridad y empatía de Philos, de su confianza, de la amistad unida al deseo… Más aún, si a estas dos formas de amor le unimos Ágape, capaz de convocar al más grande y verdadero amor, aquel que nos lleva a sentir afección, querencia, incluso por aquellas personas que nos contradicen, que mantienen pensamientos y tendencias muy diferentes a las nuestras, el amor más robusto, firme y verdadero nos estará llenando, estará colmando todas nuestras expectativas sin dejar rendija alguna para la ofuscación.
Porque el amor, es algo tan inmaterial que, cuando nos llega un hijo en la vida y decimos que su llegada nos ha colmado de amor y felicidad, esto es algo, meramente coloquial, con la llegada de un segundo hijo, nuestro cuerpo tiene capacidad para “almacenar” de nuevo otra gran cantidad de afección y no les digo cuando con el paso del tiempo, nos aparece un nieto, de igual manera seguimos teniendo capacidad para generar mucho más amor, sin problemas de espacio para su almacenamiento. Lógico verdad…
Pues si a ésta forma de amor le unimos Eros, la atracción, el sentimiento que nos pueda invadir al conocer a las personas concretas que nos puedan acompañar en nuestro convivir y compartir experiencias, el espacio para almacenar amor y la capacidad para soltar y deshacernos de él en llegado el momento, no nos debería interferir ni mermar lo más mínimo a nuestra propia estabilidad emocional, la alegría y el disfrute por la vida.
Y cómo podemos conseguir esa paz y sosiego para afrontar rupturas y posteriores duelos… haciendo uso, empapándonos del amor Philos, aquél que, recuerden, nos ha de dar la capacidad de confianza mutua, la sinceridad, aceptación y la convivencia en el verdadero afecto y apego, aquel que nos llevará al respeto, a la tolerancia y la dicha en viendo feliz y satisfechas a todas las personas que amamos y con las que habremos de compartir nuestro camino a través de todas las dificultades que la vida nos depare.
Y terminamos con esta frase: La calidad de tu vida depende, de la calidad de tus pensamientos. (Marco Aurelio).






