España ha sido cuna de grandes actores: Isbert, Closas, Rabal, Fernán Gómez, López Vázquez… y actrices. Centrándonos en los actores, hoy en día tenemos grandes intérpretes, pero hay uno muy en especial, una especie de Johnny Depp a lo ibérico, me refiero a Óscar Jaenada. Nacido del teatro, años atrás queda mis primeras imágenes de él en algún cortometraje o series de televisión. Hoy es un actor de raza, de nombre en algunas producciones internacionales. Cualquier interpretación a la que se enfrente deja huella. Y así ha quedado demostrado en una serie reciente “La suerte”.
Su director y uno de los creadores, Paco Plaza, nos ofrece un producto de calidad interpretativa, con alguna merma en la producción, pero muy bien solventada de forma magistral. Es el torbellino interpretativo del elenco lo que te hace disfrutar cada episodio de media hora de duración. Por cierto, otra cosa a su favor, la duración de los episodios. Lo justo. Ambientada en la actualidad, recorremos la temporada de “El maestro” (Óscar Jaenada) a través de su chofer accidental, David (Ricardo Gómez). Cada episodio es una lección de escritura cinematográfica. La serie nos descubre a secundarios maravillosos. Carlos Bernardino logra con su personaje Jero, revolucionar nuestra sala de estar. Y no se queda atrás, la de Pedro Bachura con esa secuencia magistral en la fiesta del hotel, cuando “El maestro” le pide se descalce. Sin olvidar a Óscar Higares, torero, modelo y actor, en el papel de hermano de “El maestro”.
Buena defensa del diestro, en un papel hecho a su medida. A ello, habría que añadir una serie de valores que son las columnas que sostiene la trama de “La suerte”. Valores nobles e indispensables en esta sociedad pluralista, partiendo de situaciones costumbristas, muy heredadas de los principios del gran guionista español Rafael Ascona. Paco Plaza ha sabido llevar la muleta de esta serie con destreza y demostrando tablas en el oficio. No hace falta ser seguidor de la Fiesta Nacional, para dejarse llevar por esta cuadrilla simpática y descubrirnos la antesala de un arte, una cultura, un oficio y una industria nacional.
Divertida y sin prejuicios, no debe pasar de inadvertida por ustedes. Sus creadores salieron a hombros de mi sala de estar, seguramente de igual forma que de las suyas.





