viernes 22 noviembre 2024
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¿Por qué “No”?

as dos fotos más impactantes de la segunda mitad del siglo XX son la Tierra orbitando en el espacio y el feto flotando en su bolsa amniótica. Así que –puesto que a la vista está– tan tonto es ignorar que el mundo es redondo, como que el feto es humano.

Antaño hubo quien negó que la tierra se moviera ¡para que cuadrara la teología! Hoy, para poner a salvo la ideología ¡no se duda en decir que el gestante no es humano! Pero así como el triunfo de Galileo sobre el dogmatismo le convirtió en referente del progreso, la ocurrencia de Bibiana no pasaría de ser una sandez ¡si no fuera por la malísima leche que encierra!

La diferencia entre despenalizar el aborto –en aquellos tres supuestos– y convertirlo en derecho es que, a partir de ahora, podrá practicarse con toda «naturalidad». Se trata de educar a la ciudadanía en la idea bibianesca de que descuartizar a la criaturita es una intervención menor –ligada a la planificación familiar– y de tan nula trascendencia moral como «ponerse tetas», según expresión de la Ministra.

Los argumentos son tan burdos que dan vergüenza ajena. No es lo mismo decir: «en mis tetas mando yo», que «con mi feto hago lo que me da la gana»; porque lo que se está gestando no es un apéndice de la madre.

El ensañamiento criminal significa: «te mato como un perro, luego eres un perro». En cambio, la interrupción del embarazo funciona con esta lógica de vaselina: «me deshago de ti, luego no eres nadie». Desde luego, uno no es nadie para poner a parir a la pobre muchacha que duda si abortar; pero le colman la paciencia las ruedas de molino de la señora Ministra.

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