¿Qué clase de escritores serán los 33 mineros de Atacama, Chile?
¿Por qué un premio Nobel de la Paz, permanece encarcelado por desear la libertad para su pueblo?
¿Qué haría Vargas Llosa si tuviera que escribir en una mina?
Me hago preguntas, y de algunas no obtengo respuesta, estos días sólo escucho una voz en Hungría ahogada en lodo tóxico: «El lunes por la mañana teníamos una vida y por la tarde lo habíamos perdidos todo».
Muros de contención, tuneladoras, vidas humanas, sentimientos, noticias, palabras.
Incongruente, verdad, como la vida misma.
Ambición, los conocedores del mundo literario, cuentan que los escritores del porte de Vargas Llosa poseen una gran ambición, y amor por la literatura, me imagino que tanto una como otra, son necesarias.
Estar inmersos en una mina plena de gusto literario y vocación. La creación literaria antepuesta ante cualquier otro ámbito de la vida del escritor que sube al Parnaso o ya está en él.
Los mineros de Atacama, tal vez conozcan poco a «La tía Julia y el escribidor», pero seguro que en estos días de creación, de supervivencia, de ambición plena por conservar la vida y encontrarse con los suyos, sus mentes recreaban miles de historias que no llegarán al Nobel, pero que tal vez lo merezcan, incluso con faltas de ortografía.
Si un novelista tiene que ser capaz, según Faulkner, de robar, mentir, vender a su madre, o arrastrase por el barro para conseguir su creación, ¿de qué debe ser capaz un hombre privado de libertad en una cárcel o bajo tierra?
Aunar acción e historia, dice Mario Vargas Llosa.
Igual que los mineros de la mina San José, acción e historia, a un precio muy alto.
También Liu Xiaobo, encarcelado por «subversivo», porque escribió a favor de la instauración en China de un estado de derecho. Larga y pacífica lucha la suya galardonada con el Nobel.
Todos con ambición, vocación, determinación y lágrimas profundas, pero cada cual en un rincón del mundo y con una condición distinta.
Renacer de las cenizas, cada día, cada nuevo amanecer.