viernes 22 noviembre 2024
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El cabreo del probador

En una de esas encuestas tan al uso en los medios de comunicación, un periodista se regodeaba con los, al parecer y a tenor de las mismas, cabreos de ciudadanos usuarios de esos frívolos espacios existentes en los comercios del textil y las modas, donde se suelen adquirir, las prendas que habrán de servirnos para tapar las llamadas vergüenzas o carnes magras sobrantes y las no sobrantes, que el tiempo en el que entramos no se presta para dejar a la intemperie más trozo de piel que el justo y necesario reflejado en la fotografía que aún persiste en nuestro documento de identidad.

El entrar como digo, en un probador con cara de ilusión por lucir esa prenda que tanto nos llamó la atención desde el «escarapate» y salir del mismo con cara de judas por Semana Santa, al parecer se está convirtiendo en algo más común de lo habitual y deseado.

Si a usted le gustó esa original y genuina prenda de vestir que tan generosamente nos encontraremos por estas fechas, expuestas con opulencia y prodigalidad en cualquiera de los grandes almacenes a los que nos acerquemos, lo más probable es que elija color y talla a su gusto y medida. Lo del color es posible que se acierte; lo de la talla es otro cantar. Pero de ello no se percatará hasta estar embutido en su anhelada prenda de vestir y comprobar acerca de la imposibilidad de cerrar la dichosa… cremallera, trozo de la prenda que más bien parece estar creada para exacerbar nuestra desesperanza, que para el propio cierre y ajuste de la apetecida prenda.

¡No es que tengamos unos kilitos de más! Lo que más rabia da, es tener que volver a ponernos nuestra propia prenda e ir de nuevo al expositor, buscar una de talla más… «grande». ¡Recórcholis! Ahora no hay ya del color elegido. No se les ocurra intentar de nuevo ir al probador cargado en previsión, con un par de prendas de otro color y alguna más de talla más desahogada, (que no más grande… que nosotros no hemos engordado), si además llevamos también esa otra prenda de interior para, ya que estamos…

¡No podrá pasar al probador! No se permite entrar al probador con más de tres prendas. Que parece que algunos comercios tal y como están configurados estuviesen pensando en hacer adelgazar a los señores clientes con el ir y venir a los probadores. Y para colmo no se descuide y deposite con pulcritud las prendas en el correspondiente mostrador antes de entrar de nuevo al menguado espacio, dado que si comete la inocente maniobra de entrar directamente, hará saltar la alarma de seguridad implantada en cada una de las prendas, provocando con este desatino, que su acierto se viese alterado y pretendiese entrar en un probador reservado para el genero no correspondiente con el propio, recibiendo el merecido improperio. El cabreo podría estar efectivamente a flor de piel y estaríamos corroborando lo dicho en las encuestas.

Días atrás, paseando por el Mercadillo Medieval, me hacía fabricar un cinturón de piel a medida. El grande artesano que me atendía, dejóme bien claro, la conveniencia de aportar al mismo unos agujeros de más, pues intuía el buen profesional que por las fechas a aproximarse… y mantecados a ingerir, el agujero que ahora yo, felizmente utilizaría podría ser escaso. No es necesario, fue mi escueta respuesta. Pues suelo mantener al uso el mismo agujero durante todo el año. -¡Suerte que tiene!–a lo que respondí: –¿Suerte? ¡No! Pedales.

 

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