En otras ocasiones en que me ha faltado el condimento más esencial para dar cuerpo a cualquier artículo deportivo que se precie, esto es, información y resultados deportivos, yo ya les había ilustrado con aquello de que son dos los placeres que nos vienen dados por genética para la perpetuidad de la especie. Uno el propio de la procreación y el otro la alimentación que habrá de permitir nuestro desarrollo individual. Entramos con el mes de diciembre en un tiempo en que… pensar en efectuar una dieta es como querer alcanzar la Luna. Aún así yo les quiero desglosar algunos pensamientos.
La actual forma de vida en la cual estamos desembocando en la mal llamada, moderna civilización, valora mucho más lo que tenemos o poseemos en detrimento de lo que realmente somos, dado que lo primero nos conduce a consumir sin control y lo segundo nos instruiría en los conocimientos de qué y cuándo deberíamos consumir.
La velocidad que nos demanda esta sociedad debida a la inmediatez que se nos impone para alcanzar los objetivos de poseer… el último teléfono móvil, el último videojuego, la última televisión con pantalla en alta definición… ¡Para ver al que vive en una piña debajo del mar! Pues sí el esponja amarilla, con Calamardo, Patricio, etcétera. ¿Acaso existe algún otro programa en la caja tonta al que merezca la pena dedicarle algo de nuestro limitado tiempo? Pero es que si no tenemos… si no disponemos… ¡no estaremos dentro del grupo de personas deseables!
El afán de tener nos exige a diario entrar en una competición donde la meta final es conseguir el dinero para poder adquirir el producto de turno, lo cual a su vez nos lleva a consumir muchas de las 24 horas con que contamos cada día para alcanzarlo. Sin darnos cuenta nos estamos, evaluando, considerando, clasificándonos por lo que tenemos. Pero una vez que tenemos lo deseado aparecen nuevos modelos, nuevas formas y exigencias dejándonos las primeras sin valor, generándonos enormes frustraciones y éstas nos llevan, las más de las veces, a caer en fuertes estados de ansiedad.
Es en estos momentos cuando estamos más expuestos a recurrir a los fuertes atracones alimenticios a modo y manera de proporcionarnos un placer que no encontrábamos a pesar del mucho trabajo al que nos estábamos sometiendo.
Y aunque, como se decía en otra magistral serie de dibujos animados: «… Y los autos locos nunca se detienen». Detengámonos un minuto, pensemos y veamos en qué carrera estamos compitiendo. El cómo, cuándo, cuánto y qué debemos comer, es de vital importancia, lo decidamos sin prisas. ¡No es juicioso jugarnos la salud en una alocada carrera!
Yo les decía con respecto al placer de la alimentación, que entramos en unas fechas en las cuales, es difícil controlarse. Y siendo, como me considero, una persona devota del más placentero de los momentos empleados en alimentarnos, el postre, permítanme aquí les cuele para este soleado escrito aquella frase que sabiamente nos dice: ¡Hay que comer de todo, pero no comérselo todo!
Posdata: En casa me han colocado una nota en sitio bien visible de la cocina. La misma hace alusión a los días de la semana y a las posibilidades que tengo de socorrerme con «placeres extras» en cada uno de ellos, sin modificar el uso de los agujeros de mi prestigioso cinturón de cuero. ¡Qué latazo! Con las posibilidades que aparecen por estas fechas… me han terminado convenciendo con la frase de que, yo al menos paso poco tiempo en cocina cerca de ellos. Peor me dicen llevarlo otras personas al decir de ellas, por estar más tiempo cerca de la tentación.