La situación política actual da pena. No hay día en que cadenas –según su «afiliación»–, emisoras o periódicos, no destapen una corrupción, una denuncia, en una lucha sin cuartel para que sepamos lo buenos que son unos y lo malos que son otros. Las denuncias son tantas que se produce algo extraño en la ciudadanía, y es que se han acostumbrado a ellas y parece como que les da igual, como si el dinero que unos se llevan y otros malemplean, cayera del cielo y no saliera de todos los españoles. De vez en cuando alguien reclama –según su «filiación»– y pone el grito en el cielo; de vez en cuando un político honesto no tiene reparos en criticar a alguien de su grupo, ante la evidencia de lo mal hecho, caso de alguna alcaldesa no muy lejana a Antequera, hoy ministra, que no dudó en cambiarse de bando, ante la suculencia de lo que se le ponía en bandeja.
No dudamos –y los elogiamos y aplaudimos– que hay muchos buenos políticos, honestos, honrados, que piensan que no hay mejor premio que servir a su comunidad, y a lo mejor así empezaron todos… pero, una vez en el sillón, vienen, una tras otra, las «tentaciones» y hay que tener mucha entereza, hay que ser muy honrados, para mantenerse firmes, para hacer oídos sordos y rechazarlas.
En los últimos tiempos, llueven denuncias sobre el patrimonio que acumuló un altísimo cargo político nacional, que posee unos pocos de pisos, una hípica y otras cosas por el estilo; o la hija de otro alto cargo regional-nacional, cuyo padre dio el visto bueno a unos pocos de millones de euros para su empresa (para hacerse cargo de lo concedido pasen el euro a pesetas y ya verán…); o se habla de esposas u otros parientes de otros cargos públicos, que se benefician de los «eres» ésos que se conceden a quienes los necesitan… O se dice que la Generalidad, no tiene recato en asegurar que no respetará la sentencia del Tribunal sobre el empleo del castellano, junto al catalán, mientras la visita de su nuevo Presidente a la Moncloa, se salda con una autorización del Presidente del Gobierno, «bendiciendo» que los catalanes se salten a la torera la prohibición de un mayor endeudamiento, que se niega en toda España…
Se den cuenta o no quienes protagonizan esos casos, están atentando contra la Democracia, se olvidaron de la nobleza de sus ideales cuando optaron a sus cargos, para demostrar que son como los demás y no resisten la tentación de lucrarse lícita o ilícitamente, con el agravante, de que cada cual abre su «paraguas» para salpicar a los demás, sin ser contundentes en la negación o demostración de que son mentira las acusaciones que se les hacen.
Y en éstas, los políticos de pueblos y ciudades, se tiran a la calle para pedir votos para las próximas municipales, con toda su ilusión, buenas intenciones, altruismo y ganas de servir a los demás… ¡La que les espera, por culpa de –si son ciertas las denuncias que nadie refuta con contundencia– los granujas que atentan contra la Democracia!