Dos hechos me han llevado a reflexionar estos días sobre nuestra fe. La primera, la muerte trágica de Susana Galeote; y la segunda, un documental sobre un cura, un tal Pablo Domínguez, bajo el título de «La última cima».
¡Qué palo el miércoles por la tarde, cuando me llamaron diciéndome que había muerto la chica de Antequera de Derecho a Vivir! Susana Galeote, la joven que nos alentó a defender la Vida en nuestra ciudad, la que no tenía tiempo, pero siempre promovía las primeras concentraciones, que hoy la familia Luque sigue con igual dedicación. (Por cierto, a ver cuándo vamos un día 5, y nos involucramos y damos nuestro testimonio).
El miércoles, descubrí a la primera mujer que era asesinada por su ex marido. ¿Cómo puede el amor terminar en ese odio a ultranza? Me costó no caer en ese lenguaje que nos imponen (violencia de género, machista…), pero lo conseguí.
Luego, el jueves por la noche, unos amigos vinieron a casa para ver una película: «La última cima». Trata de un cura, pero de uno de los buenos, de los que hay muchos, pero sólo nos fijamos en los no tan buenos. Y todo por esa cultura del todo vale, de las modas, de las creaciones de tendencias, como la de la persecución a todo lo religioso.
Para los valientes, para los que somos creyentes, les pido una oración por Susana, acudir el 5 de marzo a la concentración de la vida, y a buscar por internet quién fue Pablo Domínguez, el cura bueno, como los muchos que conocemos. Tal vez, la próxima vez, no nos importe decir que somos cristianos y que hay curas buenos.