Si en el primer tiempo, los jugadores de Antolín Gonzalo, hubieran vestido la camisola azulgrana o la blanca, hubieran pasado por esos gigantes del fútbol mundial, porque no se puede jugar mejor, ni con más ganas, ni con mejor fútbol, ni con más virtuosismo –llamemos así a los taconazos, a las triangulaciones, a las «vaselinas»– que derrocharon los verdiblancos ante un aspirante al ascenso. El equipo viene jugando bien desde hace muchas jornadas, pero la exhibición de este domingo, hacía tiempo que no la veíamos ni en «El Maulí», ni en ninguna parte, todas las «teles» incluidas.
Porque a lo expuesto hay que sumar la base del fútbol, los goles y uno tras otro, fueron cayendo en la puerta de Darío (si es que ése era el portero, y ahora nos explicamos). De todas las marcas: de cabeza, desde cerca, por alto, por la derecha, por la izquierda… Algo como para hacer enloquecer a la afición local, y hundir a un buen rival que poco pudo hacer ante la avalancha de juego, goles, y el derroche de codicia, de entrega, de los verdiblancos.
De nada le sirvió al entrenador visitante el esperpento de alineación que facilitó a los medios –a eso nos referíamos antes– donde no es que no coincidieran los dorsales con el orden dado, es que sacaba a un 17, a un 18, a un 21, a un 22… y con nombres que tampoco figuraban en la lista. Si lo que quería era despistar a los informadores, lo consiguió; si lo que pretendía era despistar al entrenador local, le salió el tiro por la culata, en un esperpento que no nos explicamos. Pero bueno; él sabrá.
En lo que a fútbol se refiere, en el minuto 10, Rafita lograba el 1-0 de vaselina, al ver al portero adelantado, a puerta vacía. En el 15, Quini, remata una buena jugada por la banda. En el 28, Elton, se cuela, deja atrás a toda la defensa, chuta, rechaza el poste y el rebote lo coge él mismo para alojarlo en la red, y celebrarlo a la brasileira, samba incluida, con dedicatoria a su entrenador. En el 37, con el Maracena metido en campo local, Rafita coge un balón en medio campo, recorre a toda velocidad el terreno visitante y chuta imparable. Poco después el árbitro concede al Maracena un penalti por un empujón en el área; Payán lo lanza fuera, aunque el joven portero local cubría muy bien su lado.
En la segunda parte, el Antequera floja el ritmo, pero obliga al Maracena a no confiarse. En el minuto 4, Antonio, de cabeza, casi marca; en el 57 y el 62 dos paradones del meta local, tirándose a la base del poste, hacen que el Maracena viera imposible, incluso tras los cambios, lograr nada positivo. Y es de nuevo el Antequera el que amplía su ventaja, en el minuto 82, con golazo de Antonio, regateando hasta al meta visitante y en el 88, de Ismael, en una jugada por la banda. Se comprende el partidazo del Antequera, ante un Maracena que jugó con nobleza, que intentó jugar al fútbol, que cambió varias veces en busca de efectividad, pero que no pudo hacer más que felicitar al contrario, como hizo su entrenador abrazando al local.
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