El recuerdo, los recuerdos, la memoria.
La vida que has vivido, las cosas que has presenciado, los olores, el aroma de los sentimientos.
Lágrimas, risas, desengaños, amor, odio, OLVIDO.
La primera vez que yo oí hablar de Alzheimer, que ésta palabra se coló entre las que yo manejaba, lo hizo de la mano enguantada en negro de Rita Hayworth, la insuperable y bella Gilda, extraordinaria dama de Shangai, la seductora Salomé, La bella del Pacífico, La pelirroja…
¿Qué era eso? ¿Qué había detrás de aquel silencio? ¿Cómo una belleza de tal calibre se ausentaba del mundo real? «Alcoholismo», sentenciaban tabloides de Hollywood y del mundo. Alzheimer diagnosticaron más tarde, cuando se supo lo que era.
Por eso encontrar algo que perdimos, un sueño, una casa, un rostro, nos conduce a la certeza de que no olvidaremos nada, pero la verdad es que el Alzheimer tratará de boicotear los planes. Una voz en «Of» nos dice que si somos cuidadosos, meticulosos, ordenados, recordaremos siempre cosas triviales que nos han hecho compañía durante mucho tiempo, no serán pulverizadas, por el paso de los años, ni por la huella de esta devastadora enfermedad.
Regreso de estar un rato con amigos que padecen Alzheimer. Son amigos de rostro suave, de trato cordial y les gusta la poesía tanto como los cuentos para niños o las canciones y la guitarra. Hoy es su día. Hoy, mi pequeño grupo de amigos, han sonreído de nuevo, con éstas pequeñas cosas cercanas. La voz, unos abrazos, el tacto de las cuerdas, su sonido ¿Quién eres? Preguntan una y otra vez, la enfermera, la cuidadora repiten sin cesar mi nombre Carmen, es Carmen, ¿os acordáis? Miro sus rostros y río para despertar su olvido. Comienzo a sacar de una bolsa mis libros forrados en colores llamativos: «Érase una vez… ¡Ah! dejan escapar algunos, se acuerdan. Y triunfas, no por lo que escribes, ni por lo que lees, triunfas porque les haces recordar, les hace revivir instantes que transitan por su memoria, a pesar del Alzheimer.
Y salgo del centro de salud con todos los recuerdos que puedo llevarme, traerme de ellos. Son para guardarlos como oro en paño. Y cuando vuelva la semana que viene, llevarlos conmigo para devolvérselos. Tal vez alguno de ellos ya lo haya extraviado en su caminar distraído. Entonces recuerdo que «Sólo los ángeles tiene alas».