sábado 23 noviembre 2024
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Esa conciencia general de “indignados” en el mundo

Nos sorprendió aquella manifestación del 15-M, que no fue sino una «toma» encubierta del punto más estratégico del centro de Madrid, la Puerta del Sol, ante la pasividad de las autoridades que para algunos fue en realidad «una impotencia de quien tenía que haberla evitado», una falta de redaños para actuar cono la Ley y la Constitución contemplan, o bien algo «permitido» por intereses propios de alguno de esos responsables ante la cercanía y las encuestas de «algo» próximo. El caso es que España dio una pésima imagen al mundo, al tiempo que se ocasiona un irreparable daño a Madrid, al clausurar su centro neurálgico de comunicaciones, al «tabicar» el acceso de la enormidad de comerciantes que rodean la plaza, o algunos de los accesos a las calles más comerciales de Madrid. Pero pasó la fecha y no fue a más, salvo algún tibio intento delante del Palacio del Congreso, o lo del Palacio de la Generalidad catalana, con la estampa que sería cómica si no fuera por lo que suponía, de altos cargos políticos accediendo al mismo en ¡helicóptero!

Pero el pasado fin de semana las protestas de esos conocidos como «indignados» se multiplicaron por todo el mundo, en varios continentes, ante los edificios gubernamentales, ante las grandes organizaciones económico-bancarias, ante las grandes organizaciones políticas, nacionales o internacionales. O sea que la cosa o se ha internacionalizado mundialmente, o es que los del 15-M se anticiparon a algo previsto a nivel mundial para más tarde.

 

El lunes, expertos en política, trataban de explicarnos lo que esa masiva protesta suponía, que no era, sino la forma de protestar contra la situación que, como siempre, viven los más débiles; contra el brutal enriquecimiento de algunos políticos –perjudicando a los buenos representantes del pueblo que actúan con dignidad, con buena voluntad, cumpliendo aquello para lo que fueron elegidos– o contra la actuación de los grandes grupos bancarios, que por un lado reciben ayudas millonarísimas, en todas partes, ayudas que salen de los impuestos que pagan los ciudadanos, y por otro actúan como aquellos avaros que dieron lugar al nacimiento, gracias a la inventiva y decisión de religiosos, de las Cajas de Ahorros en los siglos XIX y XX. Estos grupos, sanean sus cuenta gracias a los gobiernos, pero no hacen lo mismo con quienes les deben a ellos, aumentando plazos, dando hipotecas «leales», y evitando, previa toma de las garantías que sean, las horribles estampas de los desahucios de viviendas que son noticias un día sí, otro también, en los medios.

 

Nos imaginamos que los gobiernos de todo el mundo «rico», las entidades financieras, los bloques políticos o económicos, habrán tomado nota. Ya no es un país, ya es la sociedad en general, la que pide un cambio, hacia la justicia, hacia la honradez, hacia el final de tantos abusos, individuales o colectivos, que son los orígenes de una protesta que ha colmado el vaso de la paciencia de los más débiles.

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