Este texto (del S. V a. de C.) parece escrito para hoy: «Dicen los sabios, amigo Calicles, que el buen orden y la armonía mantienen unidos cielo y tierra, dioses y hombres, y por esa razón llaman Cosmos (orden) y no Caos (desorden) al conjunto. Pero me parece que tú, con toda tu sabiduría, no prestas atención a estas cosas, e ignoras que el ideal geométrico desempeña el mismo papel entre los dioses que entre los hombres y, por descuidar la geometría, crees que sólo debemos practicar las obras de la ambición desmedida» (Platón, Gorgias).
El tal Calicles, al que Sócrates da un tirón de orejas, era maestro en enseñar a jóvenes ambiciosos el arte de actuar sin escrúpulos en los negocios y la política. Y acude su recuerdo cada vez que se oye decir: «¿Cómo se pudo montar el gigantesco timo de la estampita de los bonos-basura americanos?» Pues eso, con un puñado de profesionales de la escuela de Calicles, muy capacitados, pero sin sentido de la medida (de la «geomatría»), que en lo tocante al dinero han dicho que los medios son los fines, y que el más listo no es el que crea, sino el que especula.
El estallido de la burbuja financiera ajena aceleró el de nuestra burbuja inmobiliaria. Pero ambos estaban cantados, su engorde era ya igual de insostenible, e imputable a la imprudencia de los gobiernos. Y estamos así (con el grifo cerrado) por «descuidar la geometría» en esta década de disloque estructural. Ahora toca la dura aritmética de los céntimos para pagar las «trampas» (¡qué horrible palabra española para decir deudas!).
Estos políticos pasarán de curso con un cero en geometría, pero la crisis habrá enseñado un par de cosas: a identificar al aventurero caótico con hechuras de Calicles. Y a exigir que la cabeza del político esté amueblada con el ideal geométrico del ajuste armónico. Y los ciudadanos van a estar ahí para denunciar lo uno y recordar lo otro.