sábado 23 noviembre 2024
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La crónica de una muerte anunciada

«¡Vae victis!», (¡Ay de los vencidos!) decían los romanos a quienes derrotaban. Lo que las elecciones municipales anunciaban se cumplió al pie de la letra, pero nadie se esperaba que Rajoy obtuviera una mayoría superior a la mejor de Aznar o que Rubalcaba quedara en el más bajo lugar de todas las elecciones celebradas.

La consecuencia, que el PP obtiene una mayoría de ésas con las que sueñan los gobernantes, porque diga lo que diga la oposición, la última palabra la tendrán ellos, y, como decíamos en nuestro editorial del pasado sábado, sin necesidad de tener que acudir a la sangría de los votos nacionalistas que apoyan lo que el Gobierno les pida a cambio de obtener mejoras para ellos solos.

 

El discurso de Rajoy, tras conocerse su aplastante triunfo, fue el de un hombre sereno, al que no se le había subido el éxito a la cabeza, que anunciaba reunirse con todas las autonomías para ENTRE TODOS buscar soluciones al principal problema español que es el del paro.

 

Si se crean puestos de trabajo, se moverá más dinero, se incrementarán las recaudaciones de la Seguridad Social, habrá más ingresos impositivos y se podrán hacer más cosas. Y Rajoy, que tiene poder para imponer sus teorías, abre la mano a todos –al PSOE, el primero– para buscar una solución entre todos, porque a todos afecta. Y piensa en Europa, en que España sea un miembro de primera en la Comunidad, y no vaya en el furgón de cola; en que España decida sus temas y no sea «dirigida» desde Böhn o Bruselas, desde Londres o París. Les creemos perfectamente capacitados para lograrlo.

Que nadie espere un milagro, que de la noche a la mañana se arregle todo, pero es seguro que pronto veremos síntomas de mejora.

 

En el PSOE, Zapatero (incomprensiblemente ausente en la noche de las Elecciones, junto a su candidato), anuncia una transferencia rápida, limpia y eficaz, es decir lo contrario de lo que se temían algunos. Como en las Elecciones municipales, el descalabro, ha ido dirigido a «arriba», es decir, al gobierno nacional y los índices de paro, de la deuda; a las subvenciones a los bancos que éstos se quedaron para mejorar beneficios en lugar de destinarlas a lo que las daba el Gobierno, dar créditos a la pequeña y mediana empresa, a los particulares, que son los que más puestos de trabajo crean. Esa permisividad del Gobierno, fue un arma arrojadiza que emplearon bien sus rivales de todos los colores, sin que, a pesar de tener tiempo, rectificaran, para obligar a los beneficiarios a actuar correctamente.

 

Si a eso sumamos escándalos de granujas que van contra su propio partido, de su honorabilidad, del esfuerzo de muchos cargos que actuaron con honestidad y a conciencia –y que ahora deberían ser obligados a devolver hasta el último céntimo mal apropiado–, estaba cantado lo que iba a suceder. El resultado, lo pedían en la misma noche electoral en la sede socialista, una renovación interna. Ya lo dijo alguien, no se puede uno inmortalizar en los cargos públicos… Eso es lo que se pide ahora a gritos.

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