La Semana Santa de Antequera de 2012 tiene como Cartel Anunciador a una pintura de José María Fernández, que recoge a su hijo «Pepito» vestido de armadilla, como ha descrito el cofrade Daniel Herrera Checa, en la presentación del Cartel Oficial, en la noche de este sábado 11 de febrero en el Teatro Municipal Torcal.
El acto comenzó con la música sacra a cargo del Dúo Malaka, con piano y flauta travesera. Seguidamente el periodista, cofrade y taurino Daniel Herrera Checa presentó el Cartel Oficial de la Semana Santa de 2012, basado en una pintura de José María Fernández.
El joven cofrade de «Arriba» hizo una prequeña introducción, enmarcando el acto entre Carnaval y Cuaresma, empezando el tiempo que transcurre hasta la Semana Santa, en la que la ciudad está más bella que nunca. Apuntó que el Cartel se basa en una pintura de José María Fernández, donde plasmó a su hijo «Pepito» con el traje de armadilla, figura perdida hasta hace unos pocos años, que ha sido recuperada por la Cofradía del Socorro.
El alcalde Manuel Barón y el presidente de la Agrupación, Francisco Ruiz, descubrieron el Cartel. Herrera Checa continuó con un recorrido por las cofradías, sus días de salida y los templos-sede y los que ven su paso por las calles de la ciudad. También tuvo palabras para lo que debe ser una cofradía, no olvidando la caridad social, sobre todo en estos tiempos de crisis. Terminó destacando el estilo antequerano, pero también pidió no mirarse al ombligo y ver lo que se hace más allá de la ciudad.
Fue concreto, sencillo, directo, original… cargado de sentimiento cofrade antequerano. Tras su intervención, cerró el acto Ruiz Jiménez y se entregaron unos recuerdos a los protagonistas del acto.
Más información, edición impresa sábado 18 de febrero de «El Sol de Antequera»
Texto íntegro de la presentación del Cartel por Daniel Herrera
(Puede pulsar este enlace para escuchar el audio íntegro del acto ATQ_11022012_CartelSemanaSanta.mp3 )
«Con permiso de Don Carnal, Doña Cuaresma se abre un hueco en estos días de febrero para anunciarnos su llegada, y con ella la de la mayor celebración que cada año con la primavera se representa en Antequera.
Por su Amor, la Ciudad se prepara para vivir un acontecimiento singular, con una fuerte carga antropológica y que es buena muestra de esa historia que está escrita en cada uno de sus barrios y calles.
Llegarán tiempos de pregones, de marchas procesionales y saetas… pero la Antequera Cofrade tiene cada año un punto de partida en este acto que vamos a vivir, en la presentación de este Cartel de la Semana Santa de 2012 que en unos instantes vamos a descubrir.
Como embajador de nuestras tradiciones, dentro y fuera de la ciudad, el cartel se nos presenta como un prólogo a esas fechas que viviremos con la llegada del mes de abril, y que los cofrades esperamos a lo largo de todo un año.
Comenzamos con los preparativos de las Estaciones de Penitencia de nuestras respectivas Hermandades y Cofradías.?
Que el hermanaco se vaya preparando para ese piadoso ejercicio de portar sobre sus hombros a sus Sagrados Titulares.
Que se vayan descolgando arrugas de túnicas penitentes.
Que se preparen unos cultos cuaresmales para mayor gloria de Jesús y María.
Que se saque brillo a esa plata que dejará de estar custodiada en cajones.
Que la cera esté dispuesta para alumbrar el rostro de la Virgen…
Desempolvemos todo el ajuar procesional y mentalicémonos de que la Semana Mayor se acerca.
Apenas faltan unos días para la llegada del Miércoles de Ceniza, y desde esa fecha sólo restarán 40 más para que Jesús haga su Entrada Triunfal en Antequera a lomos de esa entrañable Pollinica, este año llorando la ausencia de Don José Villalón.
Y luego lucirá en la calle el orden y elegancia al procesionar de los Titulares de los jóvenes Estudiantes.
Y el Martes, el pueblo se echará a la calle para alumbrar a Jesús del Rescate y su Madre de la Piedad.
Como sucederá el Miércoles, jornada de Mayor Dolor, de arte y devoción a partes iguales, de cada vez más antequeranismo en las formas.
San Pedro y Belén, Belén y San Pedro. O lo que es lo mismo, Consuelo y Dolores, Dolores y Consuelo. Jueves Santo Antequerano.
Y el Viernes Santo. Qué va a decir uno que es de Arriba desde el día que nació, que ha recibido de sus padres la herencia de este sentimiento cofrade e intenta inculcarle a sus hijos el amor compartido a esa Archicofradía de la Santa Cruz de Jerusalén, esa devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora del Socorro Coronada, la que desde el Portichuelo Reina a Antequera entera.
Sin duda, es un día grande. Como todos, cierto es… aunque un Viernes Santo en Antequera no puede ser un día cualquiera con esas joyas que la Cofradía de Abajo procesiona desde su Basílica de Santo Domingo, y el contraste del silencio elegante del Santo Entierro de Cristo y su Madre en su Soledad.
Y así, igual que hoy comenzamos nuestra preparación para la Semana Santa de 2012, llegaremos al Domingo de Resurrección, razón de ser de todo lo que conmemoramos; ya que la resurrección del Señor es la que dota a la humanidad de un sentido.
Señor Presidente y Junta de Gobierno de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Antequera.
Señor Consiliario
Señores Hermanos Mayores y componentes de las Juntas de Gobierno de las diferentes hermandades aquí representadas.
Autoridades, con el Señor Alcalde a la cabeza.
Hermanos cofrades de Arriba, queridos hermanacos de nuestro Nazareno.
Familiares y amigos
Cofrades todos.
Sirvan las primeras palabras de esta presentación del Cartel de la Semana Santa de 2012 / para mostrar mi agradecimiento a la Agrupación de Cofradías por haber pensado en mi persona / para realizar este menester, del que espero estar a la altura.
Sólo mi espíritu de servicio a mi hermandad y a toda la vida cofrade antequerana, me hacen pensar, que desde estas tablas del Teatro Torcal puedo aportar mi granito de arena a cantar a los cuatro vientos que nuestra ciudad se acerca a su Semana Mayor.
Gracias también a mi presentador por las cariñosas palabras que me ha dedicado hace unos minutos; al igual que a todos mis familiares, amigos y hermanos cofrades que hoy, desde este patio de butacas (que siento tan cercano) me ofrecen el aliento necesario para afrontar este reto, al que uno, por más que por su profesión con relativa frecuencia se lo exija, no termina por acostumbrarse. Y es que los sentimientos no siempre son sencillos de controlar…
No obstante, cuando allá por los primeros días del mes de noviembre el presidente de la Agrupación me remitía la obra que anunciará la Semana de Pasión del presente año, me tranquilizaba el hecho de que la elección que días antes había realizado su Junta de Gobierno había sido, a mi juicio, todo un acierto.
Un acierto por reflejar un elemento que es esencia de las formas tan particulares que tenemos de procesionar en esta tierra. Y es que dentro de ese conjunto de personajes autóctonos que conforman los hermanacos, los hermanos mayores de insignia, los tarjeteros o la figura del campanillero de lujo que protagonizaba el cartel de la Semana Santa de 2011, hay uno que hay que potenciar, o mejor dicho recuperar, para que podamos seguir pregonando que hemos sido capaces de conservar nuestras tradiciones.
Como verán dentro de unos instantes, me estoy refiriendo a las armadillas; que este año tendrán más protagonismo que el de acompañante en la denominación a los desfiles previos a nuestras procesiones.
La figura de la armadilla, con capuz y túnica, puede haber sido la única que en Antequera ha terminado por ceder su protagonismo a la globalización cofrade andaluza, dejando su sitio a los nazarenos, penitentes o capiruchos, como nos gusta nombrarlos aquí.
Pero antes de que los capirotes se introdujeran en un tiempo relativamente cercano, 1924, a través de la Cofradía del Socorro, quizá por su vinculación a la Hermandad del Silencio de Sevilla, pionera en esta vestimenta; nuestros Sagrados Titulares eran alumbrados por largas filas de fieles que, ataviados con este traje de armadilla, formaban una parte muy destacada de los cortejos.
Uno de ellos es el que va a presentar este cartel de la Semana Santa de Antequera de 2012, con nombre y apellidos. Para ello, solicito al alcalde de Antequera, cofrade de pro, Don Manuel Jesús Barón Ríos, y al presidente de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Antequera, Don Francisco Ruiz Jiménez, que suban al escenario para descubrir la obra.
Les presento a José María Fernández Oltra, hijo del insigne pintor antequerano José María Fernández Rodríguez y de su esposa Rosario Oltra Castelló. Para nosotros, como lo fue para sus familiares y amigos, será Pepito.
Pues bien, aquí vemos a Pepito vistiendo su túnica de armadilla, de terciopelo negro y agremán dorado. No se aprecia insignia alguna de a qué cofradía pudiera pertenecer, pero por el color y las formas, digamos que se dispone a participar en una Estación de Penitencia de un Viernes Santo de fecha indeterminada.
El trágico destino que padeció el artista, que vio como paulatinamente iba perdiendo a su esposa y a sus cuatro hijos por una cruel enfermedad, nos hacen pensar que la obra podría ser de la segunda mitad de la década de los años 20 del pasado siglo.
Pepito había nacido en 1910, y fallecía con apenas 23 años en 1933. Su rostro, aún algo aniñado, nos inclina a situar la escena unos años antes de su tristemente anunciado desenlace.
Ante un cielo amenazante, el pintor nos presenta a su hijo (recurso habitual en su obra) en este instante de profundo recogimiento.
La mirada inclinada, los ojos entreabiertos y las manos enlazadas son elementos que nos sitúan en esos momentos de nerviosismo que todos los cofrades sentimos antes de que la Virgen y el Señor salgan de su templo.
Y al fondo, los campos antequeranos con una vista serrana que bien podría ser nuestro Torcal envuelto en la niebla. ¿Qué mejor sitio para contemplar este paisaje que el Portichuelo? ¿No les parece?
Nos encontramos pues en esos momentos previos a la procesión, cuando los miembros de las armadillas de las cofradías se dirigen a los templos repitiendo unos procedimientos formales en un espacio que adquiere proporciones desmesuradas, y teatralizando la luz que dota a la escena de una atmósfera enigmática.
https://www.youtube.com/watch?v=Z-S3HA1f160
Primer vídeo de la presentación del Cartel por Daniel Herrera
Pero volvamos al cartel y a lo que representa. Centrémonos ahora en esta obra que, gracias a la generosidad de la familia Gálvez Rojas, su propietaria, va a servir para anunciar que la Semana Santa de Antequera es única y diferente.
Que sirva para concienciarnos de nuestros rasgos diferenciales, muchas veces apreciados desde fuera, y que aquí, por estar habituados, muchas veces pasamos de largo.
Quizás como la relevancia de su autor, aún no suficientemente reconocido, y que dedicó buena parte de su vida a difundir la historia y el arte de Antequera; a menudo anteponiéndolo a su faceta pictórica.
Como cronista de la Ciudad desde 1929, nos dejó un legado muy extenso que va más allá de su famoso libro ‘Las iglesias de Antequera’.
Su amor a la tierra que le vio nacer un 25 de octubre de 1881 seguro que le haría hoy sentirse muy orgulloso de contribuir a la difusión de la Semana Santa de este año. No en vano, así lo dejaba escrito en su testamento: «El único amor que me ha quedado ha sido el de Antequera, a la que he consagrado los mayores esfuerzos y desvelos de mi vida».
En reconocimiento de este cariño, legó todos sus bienes a la ciudad.
Escribía otro gran antequerano de las Letras, José Antonio Muñoz Rojas, con motivo de la exposición celebrada en el centenario del pintor, que «lo suyo fue siempre pintar, pintar a todas horas, en todas partes, pintarlo todo» de una vida «que le exigió mucho y le dio poco».
Y en el conjunto de su amplia obra pictórica, debemos incluir la que hoy nos ocupa dentro de dos de sus subgéneros más recurrentes, las obras cofrades y los retratos de familia.
Dentro de los primeros se incluyen trabajos como ‘La procesión de la Virgen del Socorro’, ‘El paso de la Virgen del Socorro’, ‘Hermanaco de la Cofradía de Abajo’, ‘Cabeza de hermanaco’, ‘Capiruchos hacia San Francisco’, Cristo Crucificado’, ‘Virgen de la Vera Cruz’, ‘La Vega de la Virgen del Socorro’ o ‘Penitentes de Semana Santa’; muchos de ellos dentro de una interesantísima serie de dibujos de escenas procesionales.
Como no podía ser de otro modo, sus pinceles también retrataron retablos como el de San Juan con el Señor de la Salud y de las Aguas, Santa María de Jesús, o la capilla del Cristo Verde.
El amor a su hijo Pepito, el segundo en nacimiento y el último que le quedó en vida, es otra constante de su obra que se refleja en nuestro cartel.
La inmediatez de su cercanía le ofrece la oportunidad de captarlo en cualquier momento, posando o desprevenido, facilitando así el ejercicio pictórico que hoy nos ocupa. Todo ello sin huir de la cruel realidad. Así, José María Fernández no se inclina en este caso por ofrecernos una imagen idealizada de su vástago, sino que centra la atención en la captación fiel de unos rasgos fisonómicos marcados por la enfermedad.
Los toques verdosos, azules y blanquecinos aumentan la morbidez de la piel y por ende incrementa su delgadez enfermiza que, en cierta medida, nos evoca a Jesús de Nazaret durante su Pasión y Muerte.
Y al fondo, un cielo negro, impenetrable y áspero que pretende equipararse con la imagen más cruel del tormento; aquella que nos invoca al sufrimiento, el martirio, lo incomprensible en grado absoluto.
La representación de esta armadilla, en términos generales, también nos deja a las claras el interés de Fernández por los tipos, los personajes que protagonizan la Semana Santa Antequerana, la captación del ambiente callejero, de la fuerza de la multitud para descubrir los contrastes de un ritual que se debate entre la piedad y la fe sinceramente sentidas.
Estas experiencias de fervor popular y colectivo, vividas en primera persona por Pepe, debían impresionar al artista como pintor, habida cuenta de las características y posibilidades plásticas que ofrece, y como hombre afectado por el misterio que rodea una manifestación religiosa de tales dimensiones.
Sirvan las propias palabras de José María Fernández para reflejar su particular visión de la Semana Santa, esa que de un modo más o menos inalterado, ha llegado hasta nuestros días y que a través de esta obra va a ser presentada a todos los ciudadanos y potenciales visitantes:
«Manifestación de honda religiosidad y enorme valor emotivo, estético y pintoresco, las procesiones de la Semana Santa de Antequera superan en todo a todas, con la inmensa ventaja de lo real y sincero».
Y como Fernández, también nosotros debemos sentirnos hoy orgullosos de esta Semana Santa de Antequera, esta que hemos heredado de generaciones atrás, de la que somos en la actualidad protagonistas, y que tenemos la responsabilidad de transmitir para asegurar su permanencia.
Pero también tenemos que estar lo suficientemente formados para no caer en falsos chouvinismos ignorantes que nos pueden conducir a la soberbia.
La Manifestación Cofrade Antequerana es grande, pero eso no puede cegarnos en diferentes aspectos en los que, como en todo en la sociedad, también nosotros tenemos que avanzar.
Que esa conservación del estilo antequerano no nos impida una evolución, y por tanto nos conduzca a la extinción de la especie cofrade mochana, que no nos impida ver más allá del Torcal o nuestra Vega, y sepamos tomar lo bueno, que es mucho, que hay tras ellos; aún cuando el mantenimiento de nuestras formas propias sea un camino ineludible.
Puede resultar paradójica esta afirmación, pero es que nuestra Semana Mayor ha subsistido y se ha ido engrandeciendo hasta nuestros días, precisamente por haber sabido mantener unas peculiaridades que la hacen única en su procesionar; a la vez que ha sabido adaptarse a los tiempos que le ha tocado vivir. Unos tiempos en los que hay que acceder al pueblo también por medio de las nuevas tecnologías, en las que deberá tener un largo camino este cartel.
Pero además, los cofrades de hoy no podemos ser ajenos a la realidad de la sociedad en la que vivimos, de la que forman parte nuestros hermanos y nosotros mismos; y que está marcada en nuestros días por esa crisis que hace que cada jornada sea un calvario para muchos de nuestros conciudadanos.
https://www.youtube.com/watch?v=cnr6AfzQ_2g
Segundo y último vídeo de la presentación del Cartel por Daniel Herrera
Nosotros los cofrades no podemos tomar como ejemplo a Pilatos y lavarnos las manos. Tenemos que seguir el camino de ese Jesús que sentía predilección por los enfermos, los pobres y los desfavorecidos.
La caridad debe ocupar hoy un lugar destacado en el discurrir de nuestras hermandades, aún compaginándola con la conservación de nuestro patrimonio y con la ampliación de los mismos, dentro de las modestas posibilidades que nos ofrecen las circunstancias actuales.
Como herederos, no sólo del procesionar antequerano, si no de unas congregaciones que han mantenido a los largo de su historia una fuerte implicación con la caridad y el auxilio, hoy más que nunca tenemos que centrarnos en esa acción social.
Así, adentrándonos de lleno en nuestra sociedad, las cofradías seguirán siendo algo vivo, algo que forme parte intrínseca de todos los antequeranos, pertenezcan o no a alguna de nuestras corporaciones.
Ese debe ser el principio de la Semana Santa de 2012 que nos preparamos para vivir, una celebración en la que sean los mismos antequeranos los primeros que se lancen a las calles para redescubrir esta rica tradición.
Sirva pues este cartel para clamar a los cuatro vientos, como lo hará el gran cofrade que es José Luís Vidaurreta en el que no me cabe duda que será un gran pregón, que este Corazón de Andalucía se prepara para vivir unos días muy grandes de arte, fe y tradición.
Que locales y visitantes se fundan en una masa embobada ante la belleza de los tronos que cobijan esas joyas del barroco que cada año sacamos en procesión.
Que entre todos seamos capaces de contagiar a nuestros vecinos de un acontecimiento que rememora la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Que seamos ejemplo de vida cristiana, dando testimonio de vida.
Porque ante todo, los cofrades somos cristianos, y cada año salimos de nuestros templos a evangelizar y a rezar en las calles. Una auténtica catequesis en la calle, el sabor antiguo con plena vigencia en la sociedad moderna.
Por eso, como en este cuadro de José María Fernández que hoy ilustra nuestro cartel, propongámonos ser esa armadilla que acompaña a Jesús y a María.
Propongámonos ser garantes de la continuidad de nuestras tradiciones y de un fortalecimiento de las mismas para dejar los cimientos tan bien asentados como los encontramos.
Es nuestra obligación mantener el listón de la Semana Santa de Antequera, en sus formas y también en su fondo.
Y así, en el Domingo de Ramos, tras un toque de campana, el Hermano Mayor de Insignia dará un ¡Arriba! desgarrado, y con él se dará paso a toda una semana de manifestación pública de fe.
Que suene una corneta y un tambor, que a partir del oído se despierten en nosotros todos los sentidos.
Que el aroma a incienso y azahar se entremezcle con el de los pestiños que se fríen en nuestro aceite de oliva. Y una mano toque ese trono antes de santiguarse…
Oido, olfato, gusto y tacto. Que todos se unan en una celebración completa y única de la que tenemos que estar orgullosos.
Que nos convirtamos todos y cada uno de los que estamos aquí en embajadores de nuestra Semana Santa.
Que seamos capaces de llevar este cartel a cada punto de la geografía malagueña, andaluza y española al que nos sea posible llegar.
Que seamos hermanacos portando nuestras tradiciones, como se llevan aquí, con horquilla y almohadilla.
Porque esas son las herramientas que nos hacen distintos.?
Y también como evolución de este mismo atuendo que hoy nos representa, los ropajes aumentan en lujo con los bordados de los hermanos mayores y campanilleros, a los que les crece esa peculiar cola que será arrastrada por la ilusión de un niño.
También maceros y tarjeteros, elementos (como no) diferenciales de la Semana Santa de Antequera, se sentirán orgullosos de portar una parte de la historia de esta ciudad que por sí sola ya es arte; y se unirán a ese cortejo procesional en el que los protagonistas únicos son Cristo y su Madre.
Hagamos por tanto, de toda esta serie de elementos diferenciadores, nuestra bandera; para mostrar al mundo que nuestra Semana Santa no se parece, en su conjunto, a la de ninguna otra localidad.
Entendamos que es muy posible que el punto fundamental para comprender el esplendor de nuestra Semana Mayor, lo encontremos en el hecho de que los cofrades, a lo largo de los siglos, han sabido mantener y conservar las obras de arte y las formas heredadas de sus antepasados.
Ese es el fruto de la gran calidad del legado que hemos recibido.
Es por eso que el cofrade de hoy, pensando en el de mañana, tiene que realizar una labor seria y de calidad, mirando más a la obra de arte, que al efectismo visual.
Así, puntada a puntada, podremos afianzar el patrimonio cofrade antequerano que hoy cantamos en forma de un cartel que quiere plasmar sobre el lienzo un conjunto de obras de arte y un modo de procesionar que hacen que, aún hoy, cinco siglos después, estas Estaciones de Penitencia adopten en la ciudad una puesta en escena de indudable sabor antiguo.
Una vez presentado el cartel, el Cofrade Antequerano se prepara para vivir esos días más esperados, que van más allá de esa Semana de Pasión.
Los templos y casas de hermandad de nuestras cofradías aguardan unas jornadas de fraternidad, de reencuentro con los que un día se fueron y retornan a la tierra que les vio nacer para cruzar una mirada emocionada con esa virgencita de sus amores.
Que suene un solo de cornetas, que se mezcle con el sonido de una campana y el golpeo de una horquilla en un suelo empedrado.
Que los hermanacos preparen sus dos pañuelos, uno al cuello y otro a la cintura.
Que esas manos primorosas que engalanan a nuestras Vírgenes se inspiren entre encajes.
Que se vayan regando las flores que vestirán nuestros tronos.
Que un año más, Antequera viva con intensidad la Semana Mayor a su Estilo, ese Estilo Antequerano que la diferencia.
Que nos convirtamos todos en armadillas de esta tradición centenaria. Y viva, muy viva.
Como los vivas que sólo se entienden desde el sentimiento andaluz a ese Cristo en su calvario o al Dolor de una Madre, y que tienen un eco especial con el cobijo del Torcal.
No sé si será una impresión mía, pero parece como si Antequera se sintiera más orgullosa si cabe de su belleza en esos días.
Y como se siente guapa, no duda en ponerse sus mejores galas para desde esa Peña de Leyenda dar la bienvenida a nuestros visitantes, que tendrán una cita inescusable con los templos en la mañana. Con las Iglesias de Antequera que nos descubriera José María Fernández, repartidas por cada rincón de la urbe y supervisadas desde lo alto por la Real Colegiata.
Pero desde su privilegiado lugar, Santa María no puede ver pasar a sus cofradías. Si acaso, se acerca al Arco de los Gigantes para recibir a la Cruz de Jerusalén, a Nuestro Padre Jesús Nazareno y a la Virgen del Socorro en la tarde del Viernes Santo.
Y le pregunta a San Agustín por Jesús Orando en el Huerto, por la Pollinica y por la Virgen de Consolación y Esperanza.
E intenta ver pasar a los Estudiantes por la calle Nájera; otea en el horizonte para contemplar la salida del Rescate desde la Santísima Trinidad…
Su sucesora, la Colegiata de San Sebastián, le sirve de contacto para saber que el Mayor Dolor está en la noche del Miércoles Santo; y desde Santa Eufemia y Santiago le llegan noticias de que las vírgenes de los Dolores y El Consuelo ya se han encontrado y sus cofrades se han fundido en un abrazo.
Ya sólo le falta por enorgullecerse de las joyas que salen de otros dos templos cercanos, enclavados en la Ciudad Vieja: los Titulares de la Cofradía de Abajo en Santo Domingo y la del Santo Entierro de Cristo de El Carmen.
Y entonces Santa María dará órdenes a todas las iglesias de que resuenen las campanas porque sale el Resucitado desde San Juan de Dios.
Así termina nuestra Semana Mayor.
Una Semana de sentimientos,
Una Semana de oración,
Una Semana muy diferente,
Una Semana de tradición.
Una Semana intimista,
que levanta pasión,
Un Semana completa
en su más sagrada acepción.
Una Semana de historia
Que provoca aclamación,
Una Semana exquisita,
entregada a cada Advocación,
Una Semana con mensaje,
que pretende ser anunciación,
Una Semana de arte,
a la que se le canta desde un balcón.
Una Semana añeja,
en perfecto estado de conservación
Una Semana cristiana,
que invita a la conversión.
Una Semana agrupada,
remando en la misma dirección,
Una Semana alumbrada por una vela,
de profunda devoción,
Una Semana única,
que se convierte en la Mayor Celebración,
La Semana Santa Antequerana,
Que se vive desde el corazón.
Muchas gracias.