Dicen que las primeras fábricas arrancan, artesanalmente, casi industrias caseras, en el siglo XVII. Antequera contaba con excedentes de trigos de su Vega y de manteca de cerdo de sus ganaderías, sin faltar el azúcar que tuvo su apogeo en el Ingenio San José o “Azucarera Antequerana”.
Juntando ambos elementos, Antequera empezó a fabricar sus mantecados que, llevados por particulares a toda España, dieron el privilegio a los Mantecados “La Castaña” –ya una fábrica en todo el sentido de la palabra– de ser proveedora de la Real Casa, pues al Rey le satisfacían aquellos dulces antequeranos, de anunciarse como tales. Lamentablemente la fábrica cerró y quien compró las instalaciones cambió la marca prescindiendo de la leyenda exclusiva que era singular promoción.
La Antequerana, Pura P. Valle, La Gloria, La Paz, La Perla y más modernamente Santa Teresa y Nuestra Señora del Carmen, son, o fueron, fábricas destacadas de un producto que lleva el nombre de Antequera a todo el mundo. Precisamente, un “cosario” que hacía los viajes Antequera-Estepa, llevó a la cercana localidad sevillana nuestros mantecados y como por Estepa se daban circunstancias parecidas a las de aquí, empezaron a fabricarse esos productos que tuvieron la fortuna de contar con la unión de sus fabricantes en cuanto a la promoción en común de la marca “Mantecados de Estepa”, mientras aquí no se acertaba a ver el valor de la promoción publicitaria hasta estos últimos años y no por todas las marcas, lo que hacía que no se destacaran las principales diferencias que hay –o al menos habían– entre los mantecados antequeranos y los estepeños: por tierras sevillanas se industrializaron en cuanto a cochura y envasado, mientras por aquí, se respetaba la fórmula original más lenta, y por tanto algo más costosa, de la harina tostada, la mezcla cuidada de los ingredientes y la cochura en horno de leña que le da un especial sabor, completada con el “liado a mano” por grandes grupos de jóvenes contratadas para estos meses.
En Estepa, completaron la línea de fabricación con dulces exquisitos, pero que no son los mantecados, que acompañados de los polvorones, alfajores y roscos, siguen siendo embajadores antequeranos, apreciados por todo el mundo, y que siguen impregnando de singulares olores las calles de nuestra ciudad.