viernes 22 noviembre 2024
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En Belén, un Niño

He vestido a María en brocado azul y he cubierto su pelo con un refinado encaje de Bruselas. Acuno al Niño mientras Ella reposa y escucha lejanas, las voces de la lavanderas que vienen del río, de un río claro cercano al huerto de limoneros y naranjales aislados del frío por un murete serpenteante hecho de corcho y piedra rojiza, paralelo a los pies de los niños que corren tras las ovejas que escaparon del establo. Mugen las vacas y bostezan de aburrimiento las altas hierbas que rodean el prado. Hasta donde llega la vista, todo verdea: las últimas lluvias limpiaron de polvo los caminos y lustraron las hojas de los olivos. San Francisco de Asís debió verlo así, cuando, allá por la Edad Media, lo presentó en Greccio. Sus figuras quedaron prendidas en las retinas del mundo para siempre. Así, de barro, de plomo, de yeso de madera, de mármol, de cartón, vemos un San José de cabeza inclinada sobre el pesebre, sobre Jesús niño, y una Virgen postrada ante Él en actitud de madre acogedora.

Huele a cipreses, a musgo y a acedera. Las cuevas protegen del frío. Los dioses nacen en cuevas y habitan las espesuras arbóreas de la Tierra. Los árboles aguardan poderosos y humildes. El Niño de María ha nacido, pero ellos, anclados en tierra por sus profundas raíces, no pueden deslizarse hasta la puerta de la humilde casa. Oyen el balbuceo de las gentes y escuchan a los hombres y mujeres de buena fe.

¡Ven Jesús!, parecen gritar los bosques, lugares sagrados para germanos y celtas; ¡ven Niño nuestro, nosotros te protegeremos del frío con el calor del alma. Alumbraremos tus primeras madrugadas con la claridad de las libélulas que a nuestro alrededor vuelan libres sobre las copas más esbeltas! El Niño sonríe con una sonrisa eterna, inocente y llena de vida. Hay otros niños en este mundo, Jesús, que pasarán hambre y sed de justicia, sin tener un Belén que los cobije, una madre que los abrace, un bosque que los guarezca. Y otros habrán cerrado sus ojos para siempre en este orbe inhóspito lleno de esperanza ciega.

Se hace de noche. Voy a prender las velas para aquellos caminantes que perdieron su camino, sus ilusiones o sus penas.

¡FELIZ NAVIDAD!!

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