Pocas cosas permanecen en la ilusión de los niños –y de muchos mayores– como los Reyes Magos. Esa noche de la ilusión cuesta ahora tanto trabajo conciliar el sueño como nos costaba cuando éramos niños, inquietos por comprobar si Sus Majestades podían atender nuestros deseos, porque nosotros sabíamos que querer, querían, pero poder… era otra cosa.
Dependía de que hubiera o no trabajo, de que se pudiera atender a las numerosas familias, numerosas de entonces, de manera que amoldamos nuestros deseos a alguna muñequita o caballo de cartón, según fuéramos niñas o niños, y dependía sobre todo de que no faltaran los padres… Más o menos como hoy en muchas familias.
En los viejos tiempos, salvo un par de ocasiones a principios de los años 40, no había las fastuosas Cabalgatas de Reyes que, de por sí, ya suponen una enorme ilusión para los niños de hoy; entonces, en los hogares antequeranos nos dormíamos a fuerza de querer permanecer despiertos para, eso sí, aguardar con impaciencia que la luz que se filtraba por nuestras cristaleras, empezara a clarear para comenzar también a dar voces que despertaran a nuestros padres y nos dejaran acudir a su dormitorio, en los huecos de cuyos balcones, debidamente ocultos por cortinas, los Reyes habían dejado sus presentes.
Destapar las cajas, desembalar los paquetes sobre la cama de nuestros padres, tenía mucho de liturgia, más de misterio e indefinible ilusión. Poco a poco, descubríamos el caballito de cartón, la muñeca “Mariquita Pérez”, los cines de Payá, los trenes de cuerda y aquellos balones de badana que eran el máximo, junto a juegos de parchís, ajedrez o damas…
Pero había otros muchos hogares, con los padres en la guerra, o fallecidos; hogares, en los que las madres, sufrían como nunca viendo a sus hijos faltos de lo que hacía felices a tantos otros niños antequeranos. Pero los Reyes no se olvidaban de ellos y acudiendo a las parroquias, a Órdenes como la de San Vicente de Paúl o Acción Católica, convocaban a madres e hijos pues Melchor, Gaspar y Baltasar, habían dejado para ellos caballitos, muñecas, cochecitos, camiones…
La vieja foto de nuestro archivo recoge las caritas de ilusión de los niños “más pobres” de entonces y las caras de alegría de las madres, viendo a sus hijos felices, como los demás niños en tan señalado día… Viejas estampas de la Antequera del ayer no tan lejano para muchos.