sábado 21 septiembre 2024
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Las antiguas y desaparecidas ya, fábricas de harina que había en nuestra ciudad

 
No hace mucho, la famosa Vega de Antequera se dedicaba, en gran parte, a producir cereales de calidad extraordinaria, como aquellos “trigos duros”, de ricas harinas, que mejoraban las más corrientes, procedentes de los trigos blandos, más productivos en kilos, pero de mucha menos fuerza o calidad. 
Creemos recordar que Jerez y Antequera poseían los suelos ideales para estos trigos que, por citar un ejemplo de nuestro trabajo en el lamentable, y por lo que vemos, absurdamente destruido Silo del Trigo, Estados Unidos nos cambiaba a base de “un vagón” del trigo duro –Ledesma, Senatore Capelli y otros– por dos de variedades similares a nuestros Dimas o Mara.

 
La abundancia de trigos en los campos antequeranos y en las poblaciones cercanas, dio lugar a la construcción del Silo, que regulaba los precios del cereal y las producciones de los años ricos o pobres, facilitándolos a las Fábricas de Harina antequeranas. ¡Ay aquellas fábricas! Si no recordamos mal, estaban las de Aguilera, en calles Trasierras y Santísima Trinidad; García Cabello, en Carreteros; Arroyo, en Duranes; Carrasco, en San Agustín; Moreno, en el Camino de La Villa y la de Romero Magariño “Pellizquito”, en la Cuesta de Zapateros… y posiblemente alguna más que no recordamos. Esas fábricas, se surtían de trigo del Silo, o trabajaban “a maquila” con los pequeños productores, que cambiaban –un kilo de trigo por un kilo de pan–. El resultado de tales fábricas, era suministrar harina a las panaderías antequeranas –casi todas o todas las fábricas citadas, tenían su panadería–, a las de fuera, a las fábricas de mantecados y otros, pero es que, además generaban muchos puestos de trabajo, desde los molineros en sí, a los envasadores, transportistas que llevaban el trigo desde el Silo a la Fábrica y desde ésta a las panaderías, y los imprescindibles administrativos.
 
Poco a poco, esas fábricas fueron desapareciendo, y como sigue habiendo panaderías, éstas tienen que traer la harina de fuera, en especial de Santa Fe, en Granada, lo que por fuerzas ha de suponer, cuando menos un encarecimiento de la harina por el transporte, pero también la desaparición de muchos puestos de trabajo, en aquella época maldita de la desaparición de tantas fábricas de todo en Antequera, pues, aparte las citadas, se podría decir lo mismo –y a ello nos referiremos enseguida– con las fábricas de mantas, las fundiciones de hierro, y otras. 
 
Hoy aquel ruido martilleando los oídos de las grandes fábricas de Harina citadas, no se oye, y deja paso al silencio de tantas fábricas cerradas, responsables –porque no supieron “ponerse al día” con los nuevos medios mecánicos, porque no tuvieron sucesores adecuados, porque los herederos no estaban preparados o preferían mayores comodidades, o por lo que fuera–, de muchos puestos de trabajo desaparecidos en la ciudad, y de la pérdida de su hegemonía agraria cerealista que contribuiría a su producción económica y a su desarrollo. Ahí queda de muestra, la foto de una antigua fábrica, de aquéllas que nos dieron un prestigio hoy perdido.  
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