“El Sol de Antequera” está hoy de luto. El Cielo ha ganado un santo, pero a costa de dejarnos sin un extraordinario y generoso colaborador, sin un consejero en tantas situaciones, a un admirado y ejemplar sacerdote, el padre Luis Pérez Hoyos que durante muchos años se encargó de una de las secciones que más admiraban nuestros lectores, la página de la Vida Religiosa, que nos consta era muy seguida no sólo por los enfermos e impedidos que no podían ir a la misa de los domingos, sino incluso por muchas personas que, acudiendo a cumplir dicho precepto seguían con auténtico fervor sus comentarios evangélicos, sus lecciones extraídas de las lecturas de cada domingo, que contenían siempre lecciones prácticas del auténtico cristianismo.
Pero ésta ha sido su faceta de los últimos años, pues en Antequera llevaba más de cincuenta, como sacerdote capuchinos, con el nombre de padre Juventino, profesor del Colegio Seráfico. En él, como “sobre tarea” añadió a sus magistrales lecciones imbuir a los jóvenes legos y estudiantes las virtudes del Deporte, siendo uno de los pilares del desarrollo del Balonmano en Antequera, con su equipo del “Capuchinos”, del que salió una de las más grandes figuras del Deporte en nuestra ciudad, Silvestre.
Hubo una época de su vida en que, junto a su hermano el padre Carlos, excepcional pozo de sabiduría de Griego, Latín, Filosofía, y compañero ejemplar que supuso un bastón donde apoyarse para soportar sus dolencias de los últimos años, fue requerido para llevar una parroquia en las Islas Canarias, donde fueron –son—personas queridas y admiradas, hasta el extremos de que muchos antiguos feligreses venían a verles todos los años. Cuando les llegó la hora de su jubilación, no dudaron en volver a esta Antequera que se les metió en el alma y a la que querían como pocos, siendo nombrados capellanes del Convento de Las Descalzas. Las misas de los domingos se llenaron de feligreses atraídos por su verbo directo y profundo, pero directo y sencillo, siendo una de las misas que más asistentes congregaba cada domingo. A requerimiento nuestro, nos regaló, aparte de una amistad que nos honraba desde los inicios del Balonmano, sus lecciones religiosas de cada semana y su presencia en muchos actos que realzaban con su presencia, tanto él como su hermano nuestro querido padre Carlos. Sintiéndose enfermo, nos legó una serie de comentarios para las próximas semanas, pues sabía cómo le seguían nuestros lectores, cuánto bien nos hacía a todos.
Una dolencia en sus huesos le hizo ser operado, con una serie de complicaciones que acabaron con su vida en la noche del domingo al lunes. Este martes 28, a las once de la mañana, será su funeral en la iglesia de las Descalzas, en cuyo columbario descansará para siempre.
Desde aquí pedimos a Dios por su alma y que conceda resignación a su hermano Carlos y, por qué no, a cuantos le queríamos y admirábamos, atrapados en su generosidad, en su bondad, en su magisterio. ¡Hasta siempre, Padre Juventino, Padre Luis!