Este fin de semana pasada, en Antequera se celebraban diversos Actos Sociales. El Corpus, la Feria de Primavera y… particularmente, también celebraba otro importante acto social, aunque, por ser éste del ámbito familiar, obviaremos el contenido del mismo.
Andaba yo metido en la lectura del libro de Jorge Bucay, “El Camino de la Espiritualidad” y allí encontré un poema, del cual, él decía desconocer su autor, pero que tras su lectura, me parece oportuno hacerme eco hoy aquí.
“Cuando él rezó, yo me di cuenta de que no era de mi religión.
Cuando gritó su odio, no estaba dirigido a los que yo odiaba.
Cuando se vistió, sus ropas no eran siquiera parecidas a las mías.
Cuando habló, no lo hizo en mi idioma.
Cuando tomó mi mano, su piel no era del color de la mía.
Sin embargo, cuando rió, noté que se reía igual que yo me río.
Y cuando lloró, supe que su llanto era exactamente igual al mío…”.
En las diversas Sociedades y Culturas que hoy pueblan la Tierra, vivimos continuamente cuestionándonos al Dios del cual nos hablan todas las Religiones. “Mi Dios es mejor que el tuyo”, me favorece y protege más en mis necesidades. Y de resultas de ello, le sometemos a un continuo examen. Y… cuando Él, no nos socorre, cambiamos el examen y pasamos a cuestionarnos nuestros propios actos. No hemos hecho esto o lo otro bien y por ello “nos castiga”.
¿Y si nos dejásemos de tantas discusiones baldías? Pretendiendo imponer la razón, nuestra razón, a través de la fuerza y el empecinamiento, no trasmitiremos nunca tal razón, sólo demostraremos nuestro nivel de fuerza y tozudez. A la razón sólo se llega a través del razonamiento y éste no se impone, se razona. La capacidad de razonar es aquello que nos hace diferentes del resto del Reino Animal. Teniendo en cuenta que en la espiritualidad nos podremos topar con conceptos y mensajes, que podrían ser de mucha utilidad, o afines, a diversos sectores e individuos que poblamos la Tierra. Sin embargo, estos mismos conceptos, podrían a su vez ser, un impedimento para otras personas. Por todo ello, me vienen a la mente, unas palabras que le oía el otro día comentar al naturista Joaquín Araujo: Si fuésemos como la vida, seríamos más democráticos. ¡La vida es ejemplo de Democracia!
Para que la vida nos favorezca, deberíamos acoplarnos a Ella, a su velocidad… y al igual que una flor necesita un tiempo para abrir sus pétalos, nosotros necesitamos tiempo para comprender, resolver o aceptar los problemas que a diario nos acuciarán. Al río no se le puede empujar. Adaptémonos a nuestra propia velocidad.
Permítanme que hoy les termine este espiritual y deportivo mensaje, –pensar es el deporte de la mente– con unas sabias palabras cuyo origen desconozco: Señor, dame la fuerza para cambiar las cosas que puedo cambiar.
Dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar.
Y dame sobre todo, Señor, la sabiduría para distinguir entre unas y otras.