sábado 21 septiembre 2024

El tombo loco

Me llamaban así porque en una ocasión fui corriendo detrás de un loco que iba desnudo y yo quería cubrirlo con mi casaca de policía, pero este chiflado corría mejor que yo y no pude alcanzarlo. Conté esta anécdota a mis compañeros y como en mi país llamaban tombos a los policías, me quedé con ese apodo desde ese día.
 
Mi ilusión siempre había sido ingresar a esta organización, y una de las pruebas para lograrlo era la entrevista con el psicólogo, quien de sopetón me dijo: –Tú eres un loco de mierda, lárgate de aquí–. Sin articular palabra, salí pero quise volver y liarme a golpes con él, exigirle una explicación, pero callé y me fui avergonzado.
 
Pensé que no había pasado este examen y me fui a pescar; al volver con mi ropa oliendo a pescado y llena de escamas, vi que venía corriendo un amigo gritándome que yo había salido en la lista, y a empujones me subió a un taxi que me llevó pitando al lugar de la entrevista.
 
Me acicalé como pude pero fui el único que estuvo en la fila con una presencia mugrosa y sin corbata. Todos tenían ya la postura militar, con la cabeza y mirada en alto, de allí sólo quedarían casi la mitad; yo estaba seguro de no ingresar pero me quedé con mi cara roja de la vergüenza, no obstante con mi orgullo más alto que la bandera flameando al frente de todos los presentes.
 
Cuando pasó el general mirándonos uno por uno, se detuvo ante mí exigiendo una explicación y le conté brevemente mi peripecia. Sonrío, me miró varios minutos que me parecieron eternos y me dijo, vete a la fila del frente, que estás aprobado.
 
Desde entonces soy policía y fue así, cumpliendo con mi deber, que me sorprendió la muerte: me dirigía a rescatar un cadáver y terminé siéndolo yo, sólo recuerdo el ulular de las sirenas de la policía, los gritos y luego la ambulancia que me llevó inmediatamente a la sala de operaciones para tratar de reconstruir mi hígado que se había partido en cinco al chocar la camioneta donde yo iba con un minibús que venía a toda velocidad.
 
Silencios preocupantes, anestesia, muchas transfusiones de sangre… pero al final no logré despertar de la sala de cuidados intensivos.
Más información edición digital www.elsoldeantequera.com y de papel.
¡Suscríbase y recíbalo en casa o en su ordenador, antes que nadie (suscripción)
 
NOTICIAS RELACIONADAS

Más recientes