Eso es lo que juran (o prometen), entre otras cosas, los políticos españoles sin excepción, al tomar posesión de sus cargos políticos para los que han sido elegidos o nombrados. Todos, sin excepción. La unidad de España, su indivisibilidad, es uno de los artículos que recoge la Constitución por la que han de regirse, insistimos, todos los españoles, políticos incluidos, que son los que tiene que dar ejemplo.
Desde que se redactó la Constitución, por un grupo considerado experto integrado por todas las opciones del arco político para que nadie se sintiera excluido, se sometió a un referéndum aprobado por aplastante mayoría. Gracias a ello, surgieron una cantidad de instituciones y, lógicamente, de cargos públicos que, aparte vivir como quisiéramos quienes no tenemos esas oportunidades, aparte dirigir sus competencias, multiplicando cargos y programas, a costa del común de los españoles, que hemos de pagar más impuestos y, en unos tiempos como los que corren, no sólo eso, sino que nos hacen “recortes” que es una forma más de pagar impuestos.
Se olvidan algunos políticos de algunas regiones, de sus juramentos, de sus sueldos y privilegios y por mantenerse en los cargos, aprovechándose de una minoría y culpando al resto de los españoles de los males que originan su ignorancia, su incapacidad, y cuando van superando éstas, incluso lo que roban –¿hay que citar casos, por ejemplo, en Cataluña, en Madrid y, ¡ay!, en nuestra Andalucía?–, se les enciende una bombillita y se les ocurren cosas como la barbaridad del señor Mas y su socio de la ERC, de cuyo nombre no quiero acordarme.
Y lo malo no son las ideas, que vulneren la Carta Magna, que incumplan lo que juraron, sino que por encima de ellos, hay quien tiene que hacer cumplir la Ley, y actúa con una tibieza que nos puede costar cara. Se da el paso de llevar algunos proyectos de esos enloquecedores a los Tribunales y, cuando éstos dicen lo lógico, o sea que van contra la Constitución, que hay que olvidar esas ideas absurdas, quien debería actuar en consecuencia no lo hace. Recordemos lo que hizo Zapatero o lo que parece hacer el señor Rajoy, uno diciendo que “ya veremos”, otro, buscando un diálogo que ni debe, ni puede producirse, porque esos temas, ni se dialogan, ni discuten: hay que coger los artículos 1, 2, 3, 4.., el 150 o el 155, que ahorran perder el tiempo en algo que está claro como el agua. No hacerlo así no sólo es dar fuerza a algo peligroso, sino el señalar el camino a otras regiones, que podrían estar esperando a ver cómo se resuelven las ideas del señor Mas, “ponerse en cola”, en una espiral que nos da miedo pensar cómo puede terminar.
Y todo, porque los ministros de Educación no obligaron a estudiar en español, ni obligaron a estudiar la Historia de España –el caso de Casanova, “víctima” de los españolistas, cuyos descendientes proclaman que es mentira, que no fue la víctima, que conmemoraban el día 11, honrando a un “muerto” que, efectivamente murió… ¡treinta años después!