Es el lema que han elegido un grupo de jóvenes de la Diócesis de Málaga para exteriorizar su fe en el catolicismo. Guiados por las palabras del Papa Francisco en la jornada mundial de Río de Janeiro: “Quiero que la iglesia salga a la calle y arme lío”. Estamos en el año de la fe y es la calle un lugar ideal para observar la actuación de los católicos. Y totalmente de acuerdo con el Santo Padre, la calle debe ser un termómetro, que junto a otros de oración, recogimiento y cultos parroquiales, debe regular con acierto la vida religiosa . Hay que ser atrevidos y exhibir lo que cada cual siente de la necesidad de Dios y asumir el compromiso cristiano de esa responsabilidad. No es cosa baladí, ni mucho menos, sobre todo en estos momentos tan difíciles donde muchas personas se ven atrapadas por la pobreza, la soledad, el racismo y la xenofobia. El ejemplo de Lampedusa pone de manifiesto lo fácil que nos resulta a todos mirar para otro lado.
Hay que saber salir a la calle. Sin atropellar, simplemente dejar libertad al sentimiento y a la voz, libre de cualquier tipo de manipulación. No hay la menor duda, que la calle está politizada por algunos gobernantes de turno, que ante su torpeza para resolver los problemas, azuzan a la masa que reivindiquen sus derechos completos, aquellos que se han comido los robos, la falta de seso, el deseo de gobernar para la colectividad, y la lucha casi enfermiza por mantenerse en el cargo.
A nadie le gusta los recortes; pero puede ser un mal menor de todos los que nos rodean teniendo en cuenta la necesidad tan imperiosa para sacar este País a flote.
Tendríamos que habernos echado a la calle en masa para pedir a los ladrones que restituyan el dinero, para cerrar en los garajes los coches oficiales, para decirle a la Junta que cierre sus embajadas extranjeras, fundaciones, asociaciones. Y hable con propiedad, que a los 1.200 millones de euros que le ha recortado el gobierno central, le va a meter más la tijera, y pregona lo que más duele a la gente: educación y sanidad.
Seguimos siendo muy vulnerables, nos exaltamos con los pequeños flequillos que sí nos pueden afectar, dejando el tema principal en el tintero que no es nada más ni menos que el estado de bienestar de todos los políticos. ¡Cuidado que eso son palabras mayores!