Nos lo decían nuestras educadoras en los años del internado, cerca del medio siglo, para conseguir que nuestra conducta fuera la más adecuada a los designios de Dios, y sobre todo, a los de ellas mantener la rebeldía y el espíritu efervescente e inquieto de la juventud bajo la amenaza velada de que el Todopoderoso todo lo controla. Ahora le ha salido un gran competidor, más descarado, que utiliza cuanto está a su alcance para controlar el mundo. Cree que le pertenece hasta las intimidades mejor guardadas, aquellas que sólo se comentan con las personas más queridas o de confianza. Los pequeños secretos, infamias y ansiedades han salido de los corazones para posarse y ser absorbidos por el servidor EEUU. Y también, las estrategias de los Gobiernos de cada país que le pueda resultar interesante. Tiene que ser el primero por encima y a pesar de, y, conociendo muy bien, como parece que es el caso, las miserias de los demás, las suyas propias las difumina con un leve pincel alrededor de todo el mundo.
Esta prepotencia está dañando mucho las buenas relaciones de amistad que ha intentado cultivar con sus aliados. Sin permitir que nadie olvide que es el más fuerte, la primera potencia, y que no va a consentir que nadie le adelante. Se ríe de todos los sistemas de seguridad e inteligencia que tienen los países para evitar su vulnerabilidad. El americano sabe más de nosotros que nosotros mismos, el ritmo pausado de nuestra respiración, el acaloramiento y las ansias por vislumbrar un panorama más alentador para nuestra economía, el quita sueños de cada uno de los seis millones de parados, la ruptura del PSOE por el afán nacionalista de los catalanes, la pobre inteligencia de algunos de nuestros políticos y la ambición tan desmedida de otros. Nada es objeto de deseo. Estamos tan controlados que apenas nos queda un pequeño margen de maniobra. La democracia da y quita y nos ha aportado cosas valiosísimas, libertad, igualdad, ilusión, derechos humanos y justicia para todos. Pero tardamos un poco en cerrar la puerta una vez conseguidos, y se nos han colado intrusos que nos consideran tontos de remate.