En los últimos días, tres noticias inciden en el cambio que la sociedad está buscando, pero que “cuesta” asumir por nuestros representantes políticos.
Por un lado, Burgos. Quizá, parte de la población está harta de obras faraónicas, muchas veces innecesarias, que con frecuencia son caprichos del personaje de turno, y no hacen más que perjudicar la imagen del político-gestor. Quedándonos en Antequera, basta pasar por el Palacio de Ferias, Conjunto Dolménico, Auditorio en el Recinto Ferial… para preguntarse ¿cómo se pudo proyectar algo, sin tener la garantía de terminarlo?
En el ecuador, la “ley del aborto”. Desconcierto entre quienes defienden la vida, votantes del PP que ven cómo lo que les prometieron, no está en vías de aprobación. En España, siguen desde Madrid el vicio de aprobar por mayorías y no por consenso, que sería lo adecuado. Consecuencias, descontentos, brechas, nuevos partidos…
Y por último, Antequera, con la tierna historia de dos hermanas que se conocen 74 años después. Los padres, nos dan la vida, y en este caso, los hijos les han respondido buscando conocer a su hermana, de lo que desconocían… Todo lo bonito, puede ser enturbiado por quienes lo confunden con el pasado, del que se debe aprender, pero no sacarlo para seguir abriendo distancias…
Tres casos que evidencian que la sociedad está cambiando, el problema radica en la legislación que promueven todos nuestros representantes. Los mismos que han dejado que los etarras salgan de los cárceles.
Para no desviarme del tema local, mientras que prosiguen los ataques entre unos y otros, los “yo hice” y “tú, no”… muere un niño, cuya familia, junto a otras muchas, pedían solucionar el problema del vaso terapéutico del Reina Sofía… y se ha ido sin verlo hecho realidad.
En esta vida, haría falta más trabajo político próximo a los problemas de la sociedad, y menos política de confrontación. En el consenso y solución de problemas de la calle están el deber del político, porque si no, los ciudadanos sólo seremos un voto.