Una de las actividades más destacadas que Unicaja Banco realiza a favor de la Economía Andaluza, es su Departamento de Analistas Económicos, que se encarga de estar al día de la Economía nacional y, especialmente de la andaluza, y provincial. En el último Boletín editado, asegura que “La provincia de Málaga tirará de la Economía andaluza, gracias, fundamentalmente al Turismo”, en el que, por cierto España se coloca en tercer lugar mundial, superando nada menos que a China y quedando muy cerca de los segundos, Estados Unidos.
Es una noticia que señala claramente la senda por la que se va a mover nuestra Economía, pero es claro también que el que vengan los Turistas depende de lo que “se venda” en el exterior, en lo que el Ayuntamiento hace lo que puede, según el dinero que dispone, y confiando en el apoyo que nos debe el Patronato de Turismo o la Consejería de Turismo, para atraer al Turismo Cultural, como complemento al de Playa. Antequera no tiene hoy –hace muchos años sí que la tuvo– playa, pero sí un incomparable Patrimonio –Dólmenes, Torcal, Peña, Iglesias, Museos– que deberían bastar para decidir ese apoyo que se nos suele negar, dependiendo de las épocas.
Esto no quita, para que no echemos de menos la “Antequera del ayer”, en la que las fábricas de mantas, ocupaban a tantos antequeranos, mujeres y hombres; y lo mismo, las de bayetas, las tenerías, las fundiciones, los grandes talleres de fundición o fabricación de carros, la fábricas de mantecados y turrón, las de Harina, la Azucarera, la fábrica de Anís Torcal con sus licores, idénticos a los de Rute… Sin olvidar los numerosos peones contratados, entonces sí, por las fincas de La Vega.
Eran tiempos en que Antequera dependía de sí misma, sin ayudas de nadie, sino ofreciendo a España productos incomparables, como las Mantas –Isabel II decidió que los jóvenes que trabajaran en ellas no tuvieran que hacer el Servicio Militar– o los Mantecados, de los que la Casa Real nombró sus proveedores a “La Castaña”. Eran tiempos en que por la mañana, a mediodía o por la tarde-noche se veían largas filas de trabajadores con sus monos azules a los que se pegaba el olor de la fundición; en los que una interminable fila de obreros, muchos de ellos en bicicleta, bajaban hasta la Azucarera, o aquellos grupos de muchachas a las puertas de las fabricas de mantecados, o los camiones que iban y venían al desaparecido –¿para qué?– Silo del Trigo, a descargar el trigo o a cargarlo para las fábricas de Harina o de mantecados…
En el centro del Salón de Actos del Ayuntamiento –que por cierto está pidiendo un repaso– hay una alegoría de Antequera, en la forma de una mujer rodeada de forjas, mantas, bayetas, mantecados y otros productos de una Antequera Industrial que se fue, llevándose tantos puestos de trabajo… Una Antequera que no dependía de ayudas del exterior, sino que se valía por sí misma para sobrevivir con sus fabricados…