Él conduce en la noche un coche de alquiler por una carretera poco transitada, alguien le dio indicaciones para tomar un atajo que lo lleva por una ruta desconocida, pero no importa, lo principal es llegar puntual.
Sin tener tiempo para reaccionar pasa un fuerte bache; las luces del coche se apagan, el motor da tirones y tiene que parar. Golpea el volante y maldice, pero no puede hacer nada. Con el conductor de la grúa al teléfono le cuesta hacerle entender dónde está. Después de colgar mira a su alrededor sintiendo algo de miedo, está perdido en medio de la oscuridad.
¡Sólo falta que llueva! piensa, así que levanta la mirada hacia el cielo para ver si hay nubes por si su suerte pudiera empeorar aún más. Se da cuenta de que el cielo está totalmente despejado y que a falta de luz artificial las estrellas brillan con una intensidad que las hace preciosas; la última vez que las vio así había acampado con unos amigos en la montaña, tenía 17 años.
Ya que no puede ir a ninguna parte se sienta sobre el capó y mira al cielo pensando en el maravilloso espectáculo que tiene para ver esta noche y que le hace sentir de nuevo joven, cuando era sencillo escapar de todas aquellas cosas que le agobiaban. Sintiéndose cómodo y perdida la noción del tiempo, oye el ruido de un motor, unas luces se acercan, es la grúa que viene para hacerle regresar.