En los años 50, “El Sol de Antequera” terminaba de imprimirse en la madrugada del domingo y por la mañana se vendía en “El Siglo XX”, pero recordamos con el natural afecto, que se vendía también voceando por las calles “¡El Sol de Antequera!”, pregón de venta, que nuestro recordado amigo Pepe Romero Domínguez, pronunciaba transformando el “de” en un “di”, de manera que sonaba como “El Sol di Antequera”. Al oírlo, muchas personas bajaban a la calle para comprarlo, como a lo largo de la semana bajaban para comprar los molletes, que se llevaban en canastos forrados con manteles blancos, o “la arena de Juanillo”, ya fuera “branca” o “colorá”, según de la cantera de que procediera.
Quienes no madrugaban tanto, esperaban a ir a “la misa de 12” de Los Remedios, un clásico en la vida de los domingos convertido en tradición tristemente desaparecida, y al salir era obligado llegarse a la Imprenta El Siglo XX, donde ya había vuelto Pepe, que, con don José Muñoz al fondo, gafas caladas, “flexo” encendido, repasando o escribiendo cosas para el número siguiente, vendía nuestro periódico, así como otros como “Ideal de Granada”, “Marca”, “La Actualidad Española”, cuentos y cromos, o incluso la francesa “París Match”, impresionante para quienes estudiábamos francés o admirábamos sus inmensas fotografías.
Pepe, era un portento, servicial y atento, con una memoria prodigiosa para guardar ejemplares a los suscriptores que le pedían le reservaran algunos ejemplares y una habilidad especial para “despejar” la tienda por su rapidez al atender a los clientes.
Junto a su esposa Antonia Marfil Luque, fundó a finales de los 50, el kiosco de calle Comedias, situado al lado de la Heladería-Cervecería Castilla, donde se fabricaban unas deliciosas gaseosas, fantásticas de sabor, refrescantes y muy vendidas, junto a los “sifones” entonces imprescindibles para cualquier bar, para servir los “vermouth” o acompañar los cafés. El kiosco funcionó de maravilla, incorporándose poco a poco los hijos del matrimonio, uno de los cuales, José Antonio Romero Marfil, a quien ayuda su esposa, lo regenta en la actualidad, habiéndole hecho una recientes mejoras y reformas, a base de alicatar las paredes, colocar una nueva solería, estanterías acristaladas en las que se expone la infinidad de revistas hoy disponibles, sin que falten las “chucherías” para los críos.
Si no recordamos mal, fue el primer quiosco de Antequera, junto a uno inicial, hecho a base de mesas y sillas que se situaba frente a la puerta del Bar Castilla sobre una calle Comedias con poco tráfico rodado y una muchedumbre recorriéndola de arriba abajo y otro muy simple al lado de la antigua iglesia de La Caridad, frente a la calle Mesones, ambos provisionales hasta abrir el que citamos.
Hoy hay muchos más, pero tuvieron su comienzo en este inicial y poco después en el de Juan Castillo, recién venido de Australia, en la puerta del Banco Central. Son… recuerdos de Antequera que siguen presentes con una nueva generación.