No se ha quedado atrás nuestra Ciudad a la hora de expresar su sentimiento por la muerte de Adolfo Suárez. En un gesto de oportunidad y de justicia, nuestro Alcalde hacía público, a las pocas horas, el siguiente comunicado:
“El Alcalde de Antequera, Manuel Barón, en su condición de Presidente del Excelentísimo Ayuntamiento, desea sumarse al sentimiento generalizado del pueblo español ante el fallecimiento de un hombre honrado, un gran político y un inolvidable Presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, que condujo con mano firme –dando a la vez ejemplo de tolerancia y de un talante dialogante unos años sumamente complicados en torno a la Transición Democrática en nuestro país. Igualmente, el Alcalde se une de todo corazón, en representación de la ciudad de Antequera, al dolor de su familia y de todos aquellos que tuvieron el honor de tratar a esta figura excepcional y ya simbólica de la Historia reciente de España”.
Al mismo tiempo, el Ayuntamiento colocaba a media asta las banderas de la fachada principal del Consistorio y las de la puerta de la Jefatura de la Policía Local, así como la enseña nacional que preside la plaza de la Constitución, sumándose así a los tres días de luto oficial decretados en la tarde del domingo 23 de marzo por el Presidente del Gobierno en su comparecencia pública con motivo del fallecimiento del expresidente Adolfo Suárez.
Archiconocidas las manifestaciones, desde el Rey Don Juan Carlos a españoles anónimos, pasando por representantes máximos de todas las formaciones políticas, volcadas en elogios a su persona, hay otras cosas que no se han dicho, y que demuestran la soledad de los últimos años de Adolfo Suárez.
Así, conocida su terrible enfermedad y cómo fue su vida en ese tiempo, no se ha dicho un detalle que revela la hipocresía de algunos y la poca solidaridad de otros: ejemplo de honestidad, Suárez, como Fraga, entre muchos otros, dieron ejemplo de honestidad.
El ex presidente perdió su casa de Ávila porque una entidad bancaria ejecutó una hipoteca, pues gastó el dinero de un préstamo en llevar a Pamplona, a Houston, a su mujer Amparo y a su hija Marian para tratar de salvarlas, lo que no consiguió. En aquel calvario y en el sufrimiento del día a día de un proceso amenazado por terroristas y golpistas, incubó los males que acabaron con él. “No da patrones radiológicos de Alzheimer –dijo su hermano Hipólito– sino que pueden ser microinfartos cerebrales”. Tanto da. Se desgastó en su tarea de democratizar España y este país le debe el reconocimiento que siempre le negó y ahora, todo el mundo pelea por compensar.
Una anécdota vivida en primera persona
Fuimos testigos personales de la concesión a Málaga del Hospital Clínico. No hemos encontrado la fecha, pero sí un documento gráfico del momento: A principio de los ochenta, vino al Palacio de Congresos de Torremolinos el presidente Suárez. Prudencio Aguilera, nos envió para cubrir el acto para Radio Antequera y a las puertas del Palacio le esperaba Francisco de la Torre. Nosotros, que le conocíamos desde nuestra época de concejal siendo de la Torre presidente de la Diputación, estábamos hablando con él, cuando llegó Suárez.
El jaleo que se formó hizo que nos metiéramos en el grupo De la Torre-Suárez-ministro que le acompañaba. Entonces fuimos testigos excepcionales de la siguiente conversación: Suárez: “¿Qué os hace falta, Paco?”. De la Torre: “El Hospital Clínico”. Suárez: “¿Cuánto supone?”. De la Torre: “Tres mil millones”. Suárez: “¡Pídemelo!”. Y efectivamente en los discursos, De la Torre, recalcó la necesidad de aquel Nuevo Hospital que el Presidente Suárez le anunció tenía el visto bueno del Gobierno. Tardaría unos años en ser una realidad, pero en aquel momento, empezó a resolverse una aspiración de toda Málaga y la provincia.