Yolanda González, responsable de Cáritas Arciprestal en Antequera nos manda la hoja de ruta que la Iglesia marca en esta Navidad donde “tenemos una nueva oportunidad para no dejarnos cegar por las luces de la apariencia y de la superficialidad, de la alegría fácil que no ve más allá de su propio capricho o necesidad”.
En ella “Dios viene y sale a nuestro encuentro, aunque no seamos capaces de verle o de sentirle. Tenemos la oportunidad de ver mejor la realidad que nos rodea y de enfocar la mirada para no dejar pasar de largo los signos de vida nueva que nos hablan de esperanza”. Cada uno tiene la posibilidad de ser la estrella que alumbre su vida.
Desde Cáritas reconocen que “a punto de cerrar el año, no lo terminamos mejor de lo que lo empezamos, y parece desolador. Nuevos focos de guerra y de desplazamientos forzosos nos llenan de angustia y las imágenes de miles de seres humanos sufriendo impotentes, nos sobrepasan; el reloj del cambio climático parece haber comenzado una marcha atrás sin retorno en la que se pone de manifiesto la desbocada intervención humana sobre la naturaleza en los últimos siglos, como expresa el papa Francisco en su última encíclica “Laudate deum”.
Desde la Gran Recesión de 2008 “parece que no levantamos cabeza viendo cómo pasamos de una crisis a otra tratando de mantenernos a flote. Pero son las personas cuya posición en la escala social es más frágil, las que a duras penas resisten este combate: personas con empleos precarios o sin contratos, familias extensas con menores de edad a cargo, personas en situaciones de hacinamiento o infravivienda.
En este tiempo en el que la guerra en Ucrania y en Tierra Santa nos alertan de la necesidad urgente de construir caminos de paz y de entendimiento, transitamos entre la necesidad de sostener la esperanza y la desigualdad que ahoga a miles de personas en la pobreza y en la falta de oportunidades para salir de ella”.
En Cáritas “sabemos bien de qué hablamos y de quiénes hablamos. Estas personas forman parte de los diferentes proyectos y programas que las Cáritas Diocesanas y su red de Cáritas parroquiales han ido poniendo en marcha en pueblos y ciudades para estar cerca, acompañar y cuidar a cientos de personas, de familias, que necesitan nuevas oportunidades para mejorar sus vidas, para salir del vacío que supone la falta de un empleo, o para proyectar la vida en un hogar a pesar de lo difícil o casi imposible que supone acceder a una vivienda.
Son muy diversas las circunstancias que a cada persona le han llevado a encontrarse un día expulsada de una vida normal y corriente, como la entendemos la mayoría de personas que tenemos lo necesario y suficiente, y un día se encuentra en la calle, violentada, abandonada, precarizada, sola y sin recursos. Son muchas las circunstancias sobrevenidas que hacen que la vida se quiebre en un instante, y todo puede cambiar y dar un giro de trescientos sesenta grados”.
Esta Navidad convivirán “las luces que vemos, la alegría, la fiesta, las ganas de celebrar esa necesidad de esperanza y de luz que todas las personas necesitamos para vivir. Pero también estarán las sombras que oscurecen nuestro corazón: las ausencias de quienes ya no se sentarán a nuestra mesa, los conflictos no resueltos con familiares o amigos, nuestras cargas personales y la tristeza de nuestras propias incoherencias”.
Y junto a todo, “también estará esa Navidad que sentimos lejana y que nos cuesta ver, aquella que permanece oculta tras esas luces brillantes que nos deslumbran y nos impiden ver las sombras de la pobreza y la soledad en muchos hogares, las sombras de los que buscan un lugar, una tierra, una casa para ser y vivir; las sombras que ocultan los sueños de paz y de convivencia en tantos lugares del planeta”.
Es por lo que desde Cáritas piden destacan que “las personas tenemos mucho que ver en las oportunidades que otras pueden tener. Lo que tú hagas o dejes de hacer, lo que puedas aportar puede dar vida, aliviar la soledad, sanar el alma, hacer que otros y otras sientan que la vida brota nueva en ellas. Nuestra tarea no consiste solamente en cubrir necesidades de los otros, sino en descubrir todas las posibilidades de vida nueva que cada persona llevamos dentro, y esto se convierte en esperanza”.
Es tiempo de esperanza, “pero no la busques fuera. La esperanza está dentro de ti y esta Navidad tú único propósito puede ser este: Ser esperanza. Compartir esperanza. Alumbrar esperanza”.
Piden vivir “este tiempo de Adviento y Navidad con una mirada nueva que dialoga y comprende, que se compadece y se llena de ternura, que invita a tejer encuentros y gestos sencillos que aporten alegría, descanso y esperanza a quien lo recibe”.
Hoy, 2.023 años después, nace cada día un niño, hay una familia que necesita de ayuda, personas en soledad, que tienen hambre de comida y de ser escuchados. De ahí la esperanza que se pide.