Antequera tiene este sábado 11 de septiembre una importante cita con la cultura en el Conjunto Arqueológico de Los Dólmenes, con la actuación del concierto “Mistura”, de la mano de la compañía “Camino de Vuelta” y dentro de las actividades “Mengastones”, donde el Sitio Dolménico celebra el aniversario de su catalogación como Patrimonio Mundial.
Una cita que no se pueden perder porque en este grupo de cuatro (Miriam Mendoza, Pilar Arteseros, José Manuel Benítez y Eduardo Martínez) estará el primer bailarín del Ballet Nacional de España, nada menos,
Eduardo Martínez Sáez (Madrid, 31 de diciembre de 1983). Nos citamos con él en Madrid, a las puertas de “Matadero”, un ecosistema de naves que forman parte de un espacio cultural abierto y que en su tiempo fue precisamente eso, un matadero industrial, y que hoy en día sirve de alojamiento de salas de exposiciones y numerosas actividades para todos los gustos.
En ese privilegiado entorno, Eduardo Martínez nos va a hacer un recorrido por su trayectoria, sus vivencias y la importancia de actuar en una tierra como la nuestra, Antequera, ciudad que nunca ha pisado, pero que tiene muchas ganas de conocer.
Antes de meternos de lleno en su actuación en nuestra ciudad, queremos conocer quién es Eduardo y cómo ha llegado a ser un referente en el Ballet Nacional. Sus comienzos fueron tremendamente anecdóticos
“porque yo con tres años vi danza en la televisión y le pedí a mi madre que me llevara a danza. Mi hermano, que tiene cinco años más que yo, estaba apuntado a judo y al final mi madre decidió apuntarme a judo. Cuando llegué a esa clase vi que eso no se parecía en nada a lo que yo había visto en la tele”.
Casualmente, “
en el aula de al lado había una clase de danza en la que yo me había fijado. ¿Que me inventé? Que tenía problemas con el pipí y todos los días le pedía al profesor y al baño nada más empezar la clase. Lo que hacía era irme a la clase de danza y cuando sonaba la alarma me iba corriendo a la clase de judo por si el profesor hacía recuento para ver si estábamos todos los alumnos. Eso lo hacía cada día que iba”, nos relata Eduardo entre risas y recordando las anécdotas que ese tiempo le dejó.
Una locura que mantuvo
“meses, hasta que un día mi madre vino a recogerme antes a mi hermano y a mí, no me vio en la clase de judo y le preguntó al profesor que dónde estaba y el profesor le explicó que como tenía problemas iba al servicio mucho. Mi madre se extrañó porque no tenía problemas de nada».
Buscándolo,
“me vio en la clase de danza porque la clase de danza tenía un cristal en la puerta y me vio sentado. Yo no podía dar esas clases porque no estaba apuntado, pero sí que la veía. La profesora salió a hablar con mi madre, le dijo que estaba todos los días ahí, que estaba entusiasmado y que me apuntara a danza y mi madre me apuntó pensando que iba a durar dos meses”.
En esas clases estuvo
“varios años, hasta que la profesora, con la que sigo teniendo contacto, le dijo a mi madre que me llevara a una escuela porque ya no podía enseñarme más”.
Desde los 14 y hasta los 18 años se formó en el conservatorio, yendo todos los días
Su experiencia con la danza continuó mucho más allá desde entonces y después de pasar por varias escuelas que no fueron de su satisfacción, aterrizó con un maestro que terminó siendo su referente, Andrés Montemar:
“En él me he fijado durante muchos años y me acuerdo mucho de él”.
Tras ello, llegó el momento de alcanzar la brillantez, apuntándose en el conservatorio donde permaneció desde los 14 años y hasta los 18:
“Iba todos los días al conservatorio de lunes a sábado y los domingos seguía yendo con mi profesor. Hubo un momento en el que no podía más: empiezas a las nueve de la mañana, acabas a las dos; de dos a tres tienes talleres para las actuaciones que tengas que hacer con el conservatorio y después los sábados de diez a dos. Además, también bailaba los domingos”.
Ser el único niño entre tantas féminas
A la cabeza se nos viene preguntarle qué tal se vive nadando “a contracorriente” entre tantos niños, viéndolo como un “bicho raro” que en vez de un balón decide bailar:
“Al final es lo que tú quieres hacer, era con lo que yo soñaba. Eso sí, recibí muchos insultos desde el día que empecé a bailar y hasta que terminé la EGB. Fueron 8 o 9 años donde lo pasas mal, no entiendes bien por qué te insultan cada día. Yo lo que tenía claro es que no iba a dejar de bailar porque me insultaran, eso lo tenía bastante claro; también, porque en ese momento no sabías qué tenía que ver que yo bailara con que me insultaran. Era algo que no entendía en mi cabeza de niño. Ese era el mayor problema, pero que todavía sigue existiendo. Hablo con mi antigua profesora y le pregunto cuántos niños tiene y me dice que ninguno. Lo que me sorprende es que cuando va algún niño, van los padres a ver la clase y le preguntan a la profesora si hay más niños y al decirle ella que no, le desapuntan”.
Apunta que la gente
“que me insultaba, ahora tendrá hijos y no creo que hayan cambiado a mucho mejor y que sean abiertos y crean en la diversidad. Me sorprendería para bien, pero lo dudo. Entonces, los hijos de esos niños que eran mis compañeros están ahora en edad de bailar. Si su padre tiene ese pensamiento, nunca le va a llevar a danza. Es una pena porque se pierden muchos talentos. A lo mejor es una profesión que el niño hubiese tenido y después en el futuro empiezan las frustraciones”. Eso sí, afortunadamente Eduardo Martínez siempre ha tenido el apoyo de sus progenitores:
“Mis padres en ese sentido me ayudaron mucho”.
Tras el conservatorio… ¡llegó el Ballet Nacional de España!
El bailarín recuerda cómo en junio, a los 18 años, acaba en el conservatorio
“y en septiembre entro en el Ballet Nacional. Todo comenzó con un concurso que hice en mayo donde me llevé los dos premios que había: uno general para todas las disciplinas de danza y uno especifico para danza española, y además una beca para el ballet. La beca fue una semana para tomar la clase de ballet, luego me sentaba a ver los ensayos. Sí que vi un poco como se trabajaba. Después de eso me presenté a una audición en la que éramos unas 400 personas y me cogieron. Ahora, es una pena, se presenta muchísima menos gente, pero antes había más afición a la danza y se ha ido perdiendo”, recalca el madrileño.
Aunque al principio tuvo una beca en la que estuvo unos días,
“de ahí pasaron varios meses y en 2002 me presenté a una audición donde vas con nervios, porque es algo con lo que sueñas. Cuando te dan la noticia te sientes muy satisfecho después de años estudiando. De ahí, tres años después, en el 2005 me presenté a solista, que tuve que hacer otra audición, en la que me cogieron. Ya en el 2010 me presenté a primer bailarín, que es la categoría que ahora tengo”.
Pero, ¿qué es ser primer bailarín? Martínez nos explica que eso supone
“hacer roles en los que la figura del bailarín puede interpretarlos o bien solo o bien acompañado. Suelen ser los roles más importantes de la coreografía. Es como el protagonista de la coreografía. No tiene por qué ser el que más tiempo está en escena, depende de cómo esté estructurada la coreografía, de cómo estén repartidos los roles en el espectáculo. Las categorías son: cuerpo de baile, solista y primer bailarín. Es verdad que estas categorías son algo antiguas. Antes se optaba más porque el cuerpo de baile solo hiciera de cuerpo de baile, el solista hiciera solo de solista y el primer bailarín solo de primer bailarín. Ahora hay veces que el cuerpo de baile puede hacer de solista, los solistas pueden hacer de primeros…”.
Para él, haber conseguido este hito es
“algo que sueñas cuando entras en el Ballet Nacional porque admiras a esos primeros bailarines que había cuando eres pequeño. Siempre piensas que te gustaría llegar ahí. Es un sueño”.
Sus sentimientos cuando se encienden los focos dependen
“de lo que vayas a interpretar. Cuando te toca interpretar una coreografía que te encanta, tienes unos nervios indescriptibles. Estás nervioso, pero con muchas ganas de bailar y de darlo todo y que todo salga bien”.
Queremos conocer también cómo es su día a día, imaginamos que con una alta exigencia para después conseguir dar el cien por cien sobre las tablas:
“Te cuento mi tablilla del lunes, por ejemplo. Que, por cierto, nos hacen test de antígenos, por supuesto. Mi horario empieza a las diez de la mañana, a las 10,15 horas empieza una clase de ballet que puede durar una hora y cuarto o una hora y media. Si no hay un espectáculo cercano a la vista, tenemos después clase de flamenco y clase de clásico español. Después tenemos el horario de comida, que es media hora; tras eso, un ensayo y al final, una sesión de entrenamientos, ahora que venimos de vacaciones y entiende la dirección que es lo mejor. En resumen, el horario es de 10 a 16,15 horas. Hay días que solo damos la clase de ballet y después empiezan a ser todo ensayos de coreografías del repertorio del espectáculo más cercano que se vaya a hacer. También, a veces, si hay época de montaje se comparte todo: se utiliza un horario para montar y otro horario para la repetición de esas coreografías del próximo espectáculo”.
Ahora, ese día a día llega tras un verano donde también ha tenido tiempo para descansar, aunque sin dejar de cuidarse:
“Es difícil, además cuando descansamos un poco aparecen todos los dolores musculares o las lesiones que no ha sido bien curadas. Intentas mantenerte comiendo lo más sano posible, comiendo algo menos, descansando y haciendo un poco de ejercicio al día, una media hora. Como en ese tiempo no bailas nada, luego te pones a bailar y es como si llevaras sin bailar meses, porque aunque estés en forma física, aquí hay movimiento, no tiene nada que ver”.
Premios más importantes hasta el momento
Martínez ha ganado numerosos reconocimientos, aunque recuerda con especial cariño
“esos dos premios que me llevé con 18 años, que fueron los primeros que yo obtuve y fue con una coreografía de Mariemma, una bailarina bastante importante y ella hizo su última coreografía para mí, algo que me enorgullece porque no es fácil que una maestra para esa talla coreografíe para un alumno”. También,
“obtuve una mención a nivel mundial, junto con otro compañero de un concurso que se celebra en Cuba en homenaje a Alicia Alonso. En ese caso hacías la coreografía y la presentabas y allí decidían”.
En España,
“en 2012, obtuve el primer premio de coreografía en español y flamenco que se celebra a nivel español con la coreografía ‘Camino de vuelta’, que fue un homenaje a ese primer maestro que tuve y a esos bailarines que pusieron en auge la danza española. Con esa coreografía cierro el espectáculo de Antequera y la última música es malagueña”.
El Conjunto Dolménico acogerá un gran espectáculo de danza
Antequera contará con un grande de la danza como Eduardo Martínez, que espera con ganas y algo de nervios una cita con la cultura que dará comienzo en la zona de los túmulos en torno a las 20,45 horas. Un espectáculo que se llama ‘Mistura’:
“La gente que vaya a verlo se va a encontrar un espectáculo que yo llamo ‘Gala’, porque es un espectáculo sin un hilo argumental en el que van a poder ver todas las disciplinas de danza española: desde escuela bolera, folclore y clásico español, con diferentes músicas de músicos importantes a nivel nacional. Todo el espectáculo es danza española pura, no hay fusiones, me remito a como se bailaba antes”.
Nos cuenta que se llama ‘Mistura’
“por eso, porque es una mezcla de todos los estilos de la danza española donde pueden existir coreografías grupales de cuatro, que es el grupo que vamos, pasos a dos, solos… La gente va a ver muchas coreografías de diferentes estilos y cambios de vestuarios”.
Todo ello, de la mano ‘Camino de Vuelta’, que nace en el 2012 y que se llama así por la coreografía ‘Camino de Vuelta’
“que presenté al certamen de coreografía de danza española y flamenco. Se llama así porque es un camino de vuelta a lo anterior, de donde venimos. Es cíclico: estamos en el presente y volvemos al pasado para volver otra vez al presente. Estoy viendo y me estoy fijando en bailarines que tuvieron su auge en el siglo pasado y que represento hoy en día”.
Eduardo es un enamorado de la Cultura y es por ello que le preguntamos qué ‘empujón’ necesita la industria para mejorar aún más, hablando más en concreto de la difusión del ballet y de toda la idiosincrasia española:
“Necesita que se visione más, que existan programas de danza en horas punta donde pueda visualizarlo mucho público y que se le enseñe a la sociedad lo que es la danza española, el flamenco, lo que supone exportar eso que es Marca España y que solo existe aquí y es una maravilla», defiende.
“Cualquier persona que no la conoce y la ve se queda encandilado. Algunos no se pueden creer lo que es la danza española. Hay mucho desconocimiento todavía, la gente no sabe lo que es la danza española”, subraya Eduardo Martínez, animando a todo el mundo a que conozca mejor este mundo artístico. Todo ello, a una industria golpeada sin duda por la crisis ocasionada por el COVID:
“Nosotros hemos perdido giras que teníamos justo durante la pandemia. Nosotros estrenamos un espectáculo el 7 de marzo y teníamos giras con eso y con otro repertorio más. Todo eso se perdió. Alguno se ha recuperado y otros que no”.
Espectáculo a “Antonio El Bailarín”
Ahora, Martínez está inmerso en un espectáculo en homenaje a “Antonio El Bailarín”, con algunas de sus coreografías. Igualmente, el madrileño trabaja
“en una coreografía que le tengo que montar al Conservatorio Profesional de Danza para una compañía que tiene el propio conservatorio que se llama ‘La Real’”. También, tiene pendiente otro trabajo con el bailaor David Coria, del que aún no nos puede adelantar nada, pero promete.
La trayectoria de Eduardo Martínez no se queda aquí, buscando nuevos retos como la creación de su propia compañía:
“Con el espectáculo de Antequera, quiero tener el primer granito de arena para desde ahí poder hacer algo y el día de mañana y con alguna persona más hacer un espectáculo con un hilo argumental. Sería mi sueño”, exclama.También, busca mirar mucho más arriba y ve posible, quien sabe, dirigir el Ballet Nacional,
“porque es una casa que conozco muchísimo y creo que puedo aportarle mucho y dejar mi sello”.
Sin duda, un artista de pies a la cabeza que nació con la mirada puesta en el baile y nada ni nadie pudo arrebatarle su sueño de ser uno de los mejores. Ahora, Antequera espera su visita para llevar la cultura por bandera y deleitarnos con lo que mejor sabe hacer: compartir con los demás su amor por la danza y las tradiciones artísticas de nuestro país.