En esta recuperación a ser lo que fuimos, tras la misa de 11 el domingo 3 de octubre en Santo Domingo presidida por el carmelita Juan Luna, el nuevo hermano mayor Enrique Cruces Herrera dio las gracias por asistir a la misa y aludió que como pasara en 1679, la Virgen del Rosario se disponía a procesionar, esta vez como acción de gracias por el fin de la pandemia. Y lo hacía como la primera que volvía a salir en su fecha anual, el primer domingo de octubre.
A las 12,07 horas se abrían las puertas de Santo Domingo y comenzaba a organizarse el cortejo, encabezado por un cruz con manga parroquial, dos ciriales y niños vestidos de dominicos y monaguillos con túnica roja. Daban paso al primer farol del Rosario, con diez niños, vestidos con pantalón negro y camisa blanca, dirigidos por Jesús Montesinos Velasco.
Luego una veintena entre niñas y mujeres vestidas con mantilla de gloria con traje de colores y el guión presidencial, contando con el alcalde Manuel Barón, así como los guiones de las cofradías del Rosario y de ‘Abajo’, llevados inicialmente por sus nuevos hermanos mayores, Juan Félix Luque y Enrique Cruces Herrera, acompañados por representantes de cofradías de Gloria y Pasión. El segundo farol, cobijando en su interior a Santo Domingo de Silos, dirigido por Pablo Zurita del Pino al frente de sus veinte hermanacos.
Paso al estandarte de los patronos, las dos niñas Sol y Paz Muñoz Narbona como vestidas como San Rafael y San Miguel, cuerpo de acólitos y el templete de la Virgen del Rosario, dirigido por José Blas Herrero al frente de sus 44 hermanacos, vestidos con traje oscuro y camisa blanco, percibiéndose un relevo generacional con nuevos hermanacos, algunos de ellos de hijos de anteriores cofrades.
Tras la imagen de la Virgen, devotos acompañándola y la Banda de Música ‘Asociación Musical Hispalense’. A las 12,20 horas, le tocaba salir a la maravilla de templete de plata, contrastando su esplendor con el fondo oscuro del pórtico que se recortaba a mediodía del domingo. Los acólitos lanzaron palomas al cielo a su salida que junto al lazón negro colocado en el templete recordaban a las personas fallecidas al igual que repicaban las campanas.
Con las marchas “Esperanza Coronada” y “Aniversario Macareno” comenzaba la procesión salvando las escalerillas iniciales dirección Pasillas, Peñuelas (con ofrenda floral de la Asociación de Vecinos de San Miguel), Carreteros (donde aguardaba el guión y una representación de la Hermandad del Rocío), Comedias, Cantareros, Lucena, Plaza de San Agustín (con una representación de la Pollinica en la misma), Infante don Fernando, Plaza de San Sebastián (parando en puertas del templo al que volvió a acudir el arcipreste Antonio Fernández, recuperado de una operación ocular), Cuesta de la Paz y Plaza de Santo Domingo a las 14,45 horas.
El hermano mayor fue también el encargado de adornar el trono con rosas, alstroemerias, lisianthus, claveles y clavellinas, todas en tonalidades pastel desde el rosa al blanco. Azucenas para la jarra delantera que simboliza el escudo de la ciudad.
La camarera Paqui Gálvez Torres, colocó a la Virgen los lazos de esmeraldas, peto de diamantes, rosarios de perlas oro y el famoso pinjante de cadenas conocido como Pelícano, la mayoría sobre el manto espolinado de seda y de tramas metálicas de fondo en plata, con tramas suplementarias de sedas polícromas.
encaje de bolillos manual de hilos entorchados de plata del último tercio del siglo XVIII.
Mucha gente en las calles, tanto en las aceras como en los balcones, desde donde ofrecieron varias petaladas. Día otoñal con las nubes cubriendo el sol en varios tramos. Había ganas de ver al Rosario que consiguió implicar a niños y jóvenes como muestra de futuro en esta cofradía con tanta valor devocional histórico en temas de pandemias.
